El Leon de Arlanza

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El Leon de Arlanza

jueves, 31 de agosto de 2017

Un hombre cuántico del siglo XV


Sobre la imagen en transparencia de La Capilla principal del santuario de San Pedro Regalado en La Aguilera (Burgos) puede verse un escudo de armas en el que dos lobos portan su presa en las fauces. 



Tal feroz imagen indica la calidad ostensiblemente guerrera de su titular.

Este titular, cuyos restos mortales reposan discretamente en el mismo recinto es, o fue, Juan de Zúñiga, un burgalés aristócrata de Peñaranda de Duero, al que Felipe II otorgó en 1583 el nombramiento de Virrey de Cataluña para defender sus costas de la temible flota Turca.  Ya por entonces, hace 434 años, en nombre del Islam, se atentaba contra los españoles de Barcelona, igual que en agosto de 2017.

Juan de Zúñiga, igual que sus padres y abuelos, y gran parte de la nobleza castellana, tenía gran devoción por el Santo de Asís y los frailes franciscanos en general. Financiaron conventos y favorecieron la implantación de la Orden en España y sus posesiones ultramar.

Una de estas fue el convento, hoy Santuario, de La Aguilera.


Pedro Regalado fue un hombre extraordinario nacido a orillas de un río tan castellano y nuestro como el Esgueva. Efectivamente la Calle Costanilla de Valladolid, hoy llamada Platería, donde vivía la familia de judíos conversos en 1390, Pedro y María, en cuyo seno nació, transcurría sobre el ramal norte del río Esgueva antes de su desembocadura en el Pisuerga. Por este hecho hoy es el Patrón de esta ciudad castellana.

Extraordinaria personalidad la de este judío español, callado con insistencia, del que se contaban fenómenos cuánticos increíbles, como su capacidad para estar gestionando asuntos en dos lugares muy distantes simultáneamente cuando no existía el telégrafo, la telefonía ni la radio, o la de amansar, con su sola presencia, la furia de un toro bravo descontrolado lo que le hace merecedor de ser patrón de los toreros. Pero sobre todo fueron decisivas su capacidad de regenerar una Orden religiosa a principios de un siglo XV en el que, al parecer, una escandalosa relajación moral, al amparo de la religión era posible y su incansable energía para asistir a los necesitados.



Por eso hoy flota ingrávida su imagen entre ángeles para nuestra contemplación y consuelo. Gente de tal materia anduvo por donde hoy nosotros, yo así lo creo. Otros posteriores poderosos y leídos apreciaron su huella y se gastaron su dinero para que quedara constancia y nuestro aviso.