Sobre la imagen en transparencia
de La Capilla principal del santuario de San Pedro Regalado en La Aguilera
(Burgos) puede verse un escudo de armas en el que dos lobos portan su presa en
las fauces.
Tal feroz imagen indica la calidad ostensiblemente guerrera de su
titular.
Este titular, cuyos restos
mortales reposan discretamente en el mismo recinto es, o fue, Juan de Zúñiga,
un burgalés aristócrata de Peñaranda de Duero, al que Felipe II otorgó en 1583
el nombramiento de Virrey de Cataluña para defender sus costas de la temible
flota Turca. Ya por entonces, hace 434
años, en nombre del Islam, se atentaba contra los españoles de Barcelona, igual
que en agosto de 2017.
Juan de Zúñiga, igual que sus
padres y abuelos, y gran parte de la nobleza castellana, tenía gran devoción
por el Santo de Asís y los frailes franciscanos en general. Financiaron
conventos y favorecieron la implantación de la Orden en España y sus posesiones
ultramar.
Una de estas fue el convento, hoy
Santuario, de La Aguilera.
Pedro Regalado fue un hombre
extraordinario nacido a orillas de un río tan castellano y nuestro como el
Esgueva. Efectivamente la Calle Costanilla de Valladolid, hoy llamada Platería,
donde vivía la familia de judíos conversos en 1390, Pedro y María, en cuyo seno
nació, transcurría sobre el ramal norte del río Esgueva antes de su
desembocadura en el Pisuerga. Por este hecho hoy es el Patrón de esta ciudad
castellana.
Extraordinaria personalidad la de
este judío español, callado con insistencia, del que se contaban fenómenos
cuánticos increíbles, como su capacidad para estar gestionando asuntos en dos
lugares muy distantes simultáneamente cuando no existía el telégrafo, la
telefonía ni la radio, o la de amansar, con su sola presencia, la furia de un
toro bravo descontrolado lo que le hace merecedor de ser patrón de los toreros.
Pero sobre todo fueron decisivas su capacidad de regenerar una Orden religiosa
a principios de un siglo XV en el que, al parecer, una escandalosa relajación
moral, al amparo de la religión era posible y su incansable energía para
asistir a los necesitados.
Por eso hoy flota ingrávida su
imagen entre ángeles para nuestra contemplación y consuelo. Gente de tal
materia anduvo por donde hoy nosotros, yo así lo creo. Otros posteriores
poderosos y leídos apreciaron su huella y se gastaron su dinero para que
quedara constancia y nuestro aviso.