El Leon de Arlanza

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El Leon de Arlanza

domingo, 27 de octubre de 2019

Un omne de Burgos sabidor de cosas de mar


Tallada hace ocho siglos en madera de alerce, que es una especie de abeto rojizo que crece en alturas de Europa, la Virgen de los Reyes, sedente y gótica preside con majestad la Capilla Real de la Catedral de Sevilla.







Ante ella descansa, en una urna apoteósica de plata, el cuerpo incorrupto de su donatario, y después donante, que fuera Rey por entonces de Castilla y de León y por eso, de España, Don Fernando Tercero.




La talla fue regalo que había recibido este monarca Castellano de su primo Ludovico IX de Francia, hijo de tía Blanca de Castilla. Es de suponer que el nombre Virgen de los Reyes provenga de este hecho. Todo lo cual que, como pocos símbolos, esta Virgen integra la simetría religiosa y política de ambos reinos entonces, progenitores de la cultura occidental. Ambos primos, hijos de castellanas y nietos de francesa real, fueron canonizados siglos después, por la Iglesia Católica.

La llegada de francos, alemanes y lo que hoy denominamos europeos al norte de la península ibérica fue constante desde al menos el siglo IX en el que el rey de Asturias Alfonso II ordenase la construcción de un templo en el lugar de hallazgo de la sepultura de el Apóstol Santiago en Galicia.
Se sabe que desde su reino este monarca envió legaciones a Carlomagno aunque se desconozcan por ahora los motivos.
 Dos siglos después, su descendiente Alfonso VI se casó con Constanza de Borgoña en 1079, reina que atrajo a Burgos al abad de Chaise-Dieu, de Auvernia, Adelmus para la implantación del ritual romano en sustitución del mozárabe en la liturgia, tan importante y estimuladora entonces. Este fundó en Burgos el Monasterio de San Juan e intervino con tanto acierto en los asuntos de la ciudad y del reino que fue proclamado nada menos que Santo Patrón de Burgos: Un francés de Loudun.


La relación entre ambos reinos se intensificó mas aun con el advenimiento pleno de la Casa de Borgoña al casarse la hija de Constanza, Urraca I “La temeraria” con Raimundo de Borgoña.
 Lo que conllevaban estos parentescos de clase real y la institución por el Papa Calixto II del Año Santo Compostelano y sus beneficios e indulgencias hicieron que los siglos XI y XII se intensificara la venida de gentes de toda Europa al Norte peninsular.
Finalmente, Alfonso VIII, abuelo de nuestro Fernando Tercero, se casó con Leonor de Plantagenet hija de Leonor de Aquitania que aportó como dote nada menos que la Gascuña.


Por todo ello las comunidades de individuos de procedencia francesa, llamados francos, tanco como los de procedencia genovesa o catalana, fueron muy comunes y numerosas en todo el norte peninsular en los siglos XI, XII y XIII.  Eran familias de peregrinos, guerreros, comerciantes, clérigos y artesanos provenientes de Occitania, Gascuña, Génova y Cataluña que buscaban fortuna en tierras mas meridionales al amparo del Camino de Santiago, al avance de la reconquista.
Generalmente estos inmigrantes eran gente diligente e instruida con los suficientes medios como para arraigarse en busca de buenos negocios y medrar socialmente con rapidez haciéndose hueco entre las clases dirigentes al compás de la naciente burguesía mercantil.  
Con medios suficientes para costearse un caballo, armas y pertrechos necesarios, se integraron socialmente en el estatus de caballeros villanos, alcanzando puestos en los cabildos y en las organizaciones religiosas.
Tal era el caso de Remon Bonifaz que consiguió incluso ser elegido alcalde de Burgos y acceder y ser reconocido como experto “en cosas de mar” por el mismo monarca.



Fernando Tercero extendió por las armas el reino de Castilla y León por toda la península desde Murcia hasta Sevilla y para la reconquista de esta última no regateó en inversión militar llegando incluso a ordenar la construcción y aparejo de una importante flota armada, hecho sin precedentes en la historia de aquellos reinos mesetarios.
Sevilla, Sibylya, era entonces,1240, una gran urbe a orillas del Guadalquivir. Sin embargo, para el tránsito local o periférico, allende el río, nunca en la historia había sido construido un puente estable sobre las aguas, ni siquiera en los siglos de Roma con toda su sabiduría y potencia ingenieril exhibida en el resto de la península Ibérica.
Los almohades, para la comunicación de las localidades y fortalezas de la margen occidental del río, sobre todo de la de Triana, habían dispuesto un puente móvil compuesto de una sucesión de embarcaciones fuertemente unidas entre sí, y a las márgenes del río, por recio entramado de cadenas y amarras. Sobre estas, un entablado continuo, facilitaba el tránsito de personas, animales y carruajes.
Tal ingenio se encontraba donde actualmente se eleva en puente de Triana, o de Isabel II, rio arriba de la Torre del Oro.


Para Don Fernando, este cordón umbilical por el que la población del califa Abu Yaqub Yusuf recibía víveres y refuerzos desde Huelva, a donde llegaban por mar desde Ceuta y Tánger, resultaba un gran impedimento en la toma de tan importante urbe a la que había puesto cerco.

 Ante la evidencia de lo necesario de valerse de una flota armada, ordenó con tiempo suficiente la construcción y dotación de un fuerte contingente naval. Para tal empresa buscó a alguien de conocido prestigio marítimo.

 Resulto ser tal figura “Un omne de Burgos, sabidor de cosas de mar” como tal recuerda la Crónica General de la Estoria de España de Alfonso El Sabio: Remont Bonifaz.

 A pesar de lo que pueda parecer por la lectura de la Crónica, es dudoso que Remont Bonifaz hubiera nacido en Burgos, ni siquiera en el lugar de su toponímico Camargo, entonces Castilla y hoy Cantabria, como él mismo firmaba.

 Bien conocidos, como consta documentalmente, en la ciudad y alfoz de Burgos de Remont Bonifaz y sus primos Guiralt y Arnal Almerich, parece lógico pensar que las cualidades acreditadas por Bonifaz radicaran, no tanto en su cualidad de alcalde Burgos, sino en su experiencia naval como natural del puerto de Saint Gilles en la Camarga francesa, donde desemboca el Ródano, de donde partían numerosas expediciones a Tierra Santa y similitud con la situación de Sevilla y el Guadalquivir.

 Que muy posiblemente Bonifaz hubiera participado y destacado en el cerco naval y toma de Cartagena años antes por el infante Alfonso (Mas tarde Alfonso X) parece otro buen motivo de su elección para la campaña de Sevilla. En aquella ocasión dirigió la flota Roy García de Santander.

 Bonifaz ante el mandato del Rey Fernando organizó y “guisó” la flota entonces, con trece navíos y cinco galeras de remos entre los que había dos carracas de gran tonelaje que tuvieron el decisivo papel en el desenlace de este transcendente episodio de la Historia de España y de Occidente.

Bonifaz se presentó con sus barcos en la desembocadura del río frente a Sanlúcar donde, conocedores de su llegada fue recibido para impedir su acceso por una flota mora de más de treinta embarcaciones venidas de Ceuta, Túnez y del mismo Sevilla.

 Frente esta población de Sanlúcar se dio la primera batalla naval de la flota real de Castilla de la que existe constancia documentada. Los navíos de Bonifaz resultaron vencedores dejando dos barcos enemigos hundidos, uno quemado y tres capturados.


El Rey Fernando tenia un ultimo escollo para completar el cerco de la ciudad y este lo constituía el puente de barcas que la unía con la población de Triana a través del que entraban en la ciudad toda clase de vituallas y ayuda procedentes de Niebla y el Aljarafe.
Para resolver este punto ordeno el Rey a Bonifaz que hiciese lo necesario para quebrar el puente.
Bonifaz estudió el problema, mandando reforzar con robustas maderas sus dos barcos mayores: las carracas Rosa de Castro construida en Castro Urdiales y Carceña construida en la atarazana de Santander con madera de los bosques del monte de Santa María de Cayon.

Esperó que se dieran las condiciones necesarias para su embestida al puente con la marea a favor y, por su puesto, con los vientos de empopada con suficiente fuerza. Tales circunstancias se produjeron en el 3 de mayo de 1248 por lo que sin dilación y bajo una lluvia de dardos de ballesta y piedras, ambas embarcaciones embistieron el puente de barcas de Triana.
La primera el impactar fue la Rosa de Castro, capitaneada por Ruy López de Mendoza que no consiguió romper. Le siguió en la acción la Carceña, con Bonifaz al mando, produciendo tal colisión con las barcas del puente que, rompiendo cadenas y maderas pasó al otro lado, quebrando del todo la obra.

Con esta acción no se obtuvo de forma inmediata la capitulación de la plaza, siendo necesario posteriormente otras acciones contra la fortificación de Triana, pero el hecho supuso para los sitiados la certeza de que su situación era irreversible, cediendo finalmente la plaza a Don Fernando en noviembre del mismo año.
Esta acción de guerra supuso el punto de partida de la institución de una Flota Real de Castilla permanente al mando de un Almirante General con su propio estatuto militar frente a la regulación, meramente mercantil, de hechos de guerra naval anteriores.
No existe la rotunda constatación documental para ello, pero en la conciencia colectiva de España Ramon Bonifaz permanecerá en los anales como el primer Almirante de la Marina Real de Castilla.
Sus restos descansaron y hoy son de imposible ubicación en un sepulcro encargado por él mismo en el desaparecido convento de san Francisco de Burgos.

Posiblemente de origen francés Bonifaz y ciertamente de este origen quienes destruyeron esta magnífica joya en la guerra de la Independencia.
27 de Octubre 2019