El Leon de Arlanza

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El Leon de Arlanza

miércoles, 31 de mayo de 2023

De como, en el siglo I, una localidad de Burgos fue capital del Imperio Romano



En una fría noche mesetaria del año 65, en un dormitorio del palacio de Clunia, dormía, a ratos, el gobernador de la provincia Tarraconense Servio Sulpicio Galba.

 

El vino trasegado en la cena, elaborado en las riberas del Durius unos meses antes, aunque aliviaba dolores profundos de la artrosis que padecía en manos y pies, le proporcionaba un sueño intranquilo, entreverado de pesadillas. En una de estas, el durmiente era visitado por la bella diosa Fortuna quien le increpaba “Servio, me estás haciendo esperar mucho tiempo y como me canse voy a visitar a otro mortal mas receptivo”

Busto de Servio Sulpicio Galba

 

Del gobernador general de la provincia Tarraconense, Galba, se conocen muchos datos biográficos por los historiadores contemporáneos del siglo I en que desarrolló su existencia, Cayo Cornelio Tácito, Cayo Suetonio y Plutarco.

 

Servio, hijo de un abogado prestigioso, aunque bajito y jorobado, era miembro de antiquísima familia de patricios romanos de pura cepa: la gens Sulpicia, con muchos próceres y gobernadores en su haber a lo largo de los cuatro siglos precedentes a su tiempo.

 

Al mirar atrás en su vida desde la perspectiva de sus setenta años contemplaba un curriculum impecable: Gobernador de Aquitania, Legado en Germania Superior, -derrotando a la tribu de los catos y asegurando la frontera del Rhin- Procónsul en África y desde hacía 8 años, corría el año 67, Gobernador de Hispania Tarraconense.

 

Entre sus distinciones estaba el derecho de vestir la ornamenta triunphalia – corona de laurel, toga pictia y carro de cuatro caballos- y ser miembro de los tres colegios sacerdotales más antiguos, los quindecenviros, los titii y los augustales.


 Cuando el emperador Calígula fue asesinado en virtud de una conspiración, muchos le invitaron a proclamarse emperador, cosa que rechazó y la cual le fue enormemente agradecida por el tío de aquel, Claudio, llamado a suceder a su sobrino, haciendo que entre ambos se entablase una fuerte relación de confianza y amistad.

 

Pero de aquello hacía ya veintisiete años y ahora, con Nerón en sus horas bajas, la situación era distinta.

 

Efectivamente Nerón, a pesar de haber sido exquisitamente educado por nuestro Séneca, se encontraba, a sus treinta años de edad, totalmente desnortado, en un delirio de poder incontrolado – obligando a suicidarse a Seneca entre otros muchos amigos- sembrando el terror entre los senadores y habiéndose gastado lo propio y lo ajeno. Todo lo cual hacía insostenible su mandato enervando a senadores y guardias pretorianos y -lo que resultaba peor- obligando a los gobernadores relevantes del imperio, detentadores del mando de las legiones, a buscar rápidamente un sucesor que restableciera el orden.

 

Uno de estos, el gobernador de la Galia Lugdunense (Lyon), Cayo Julio Vindex, que se había rebelado ya en febrero del año 68, al no poder postularse a sí mismo, por ser galo, propuso a Galba que se autoproclamara emperador con su apoyo y el de otros gobernantes.

 

Galba dio algunos pasos en tal sentido, pero temiendo por su vida- supo que Nerón había ordenado asesinarle-, de momento se retiró desde Cartago Nova a Clunia, ciudad del interior que constituía el nudo de comunicaciones mas conveniente, al tiempo que lugar mas seguro para su persona.

 

Comenzó a reclutar una legión, que se llamó VII Galbiana, al tiempo que enviaba cartas recabando su adhesión a los demás gobernadores de Imperio.

De estos, obtuvo la del gobernador de Lusitania, Otón, la del de la Bética, Aulo Cecina y el conocimiento de que el gobernador de África asimismo se había rebelado.

 

En tanto, en Roma continuaban precipitándose los acontecimientos contra Nerón, que ante la hostilidad de su entorno había entrado en pánico. Su propio jefe de la guardia pretoriana pidió y obtuvo del Senado la proclamación de Galba como nuevo emperador

 

Busto de Nerón

El 8 de junio del año 68, el Senado proclamó emperador a Galba, quien se encontraba en tal fecha en su palacio de Clunia convirtiendo por ello de facto a esta ciudad de treinta mil habitantes entonces, en la capital de imperio romano.

 

Nerón, condenado a muerte por el Senado, se suicidó en la mansión de un amigo, dando fin con ello a la dinastía de los Julio-Claudios, Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón.

 

El mandato de Galba no duró mucho, ya que, en enero del siguiente año,69, fue asesinado en complot urdido por su previo aliado Otón, despechado por no haber sido designado su sucesor. En algarada en el mismo Foro de Roma fue decapitado por un soldado raso y su cabeza calva, exhibida por las calles en una pica en acreditación de tal hecho.

 

Así eran aquellos turbulentos tiempos que paradójicamente constituyeron el culmen de una civilización extremadamente avanzada que no ha dejado de ser universalmente admirada durante los últimos 2000 años: El Imperio Romano.

 

Clunia, enclavada en la actual provincia de Burgos, cabeza de Castilla y núcleo de una organización política posterior, basada en principios tan distintos, es hoy un yacimiento arqueológico, bastante desconocido a pesar de un hecho tan notorio como el descrito. Recientemente en este yacimiento, han logrado reconstruir una estatua de Diosa Fortuna – la que se había aparecido a Galba en sueños- a partir de los doscientos fragmentos en que había sido rota.