Durante los siete años que duró
el deterioro cognitivo de mi madre, prácticamente casi todos los domingos la
acompañé a la Misa de una, en la que fue nuestra Parroquia de San Lesmes.
Iglesia de San Lesmes (Burgos)
Solíamos situarnos en el lado del
Evangelio junto al púlpito que en los días soleados se ilumina a esa hora con
el haz de luz proveniente del ventanal ojival de la derecha.
El púlpito es una espléndida
pieza de piedra blanca de Hontoria en forma de enorme copa, decorada con la
efigie renacentista de una hermosa Virgen con el Niño flanqueados con las de
los dos San Juanes, Bautista y Evangelista- La iglesia actual se edificó sobre
una antigua Capilla Extramuros de Burgos dedicada a San Juan Evangelista-.
También aparecen en el magnífico relieve un escudo conteniendo el compás y la
escuadra, quizá por ser símbolos gremiales masónicos del autor.
Púlpito de la Iglesia de San Lesmes
Quien fuera éste aún hoy no se
encuentra identificado, pudiendo tratarse de Felipe Vigarni o de Juan de Salas. La contemplación de la belleza
de la pieza, en todo caso producía en mí un extraño efecto benéfico y de
consuelo.
Mi madre, a pesar de su dolencia,
seguía con precisión inusitada el ritual de la Misa, recitando oraciones y
cantos, haciendo con esta actitud, olvidar su triste pérdida de memoria.
A nuestra izquierda, entre la
penumbra de la nave lateral, desapercibidos casi de la vista, se siente la
presencia de Don Cristóbal de Haro y su esposa Doña Catalina de Ayala que
llevan casi quinientos años rezando por su salvación eterna, inmortales en
piadosa y pétrea efigie que les presenta arrodillados y con las manos juntas
sobre el pecho.
Estatuas Sepulcro de los Haro en la Iglesia de San Lesmes
A principios del siglo XVI los
Haro fueron una de las familias de comerciantes más poderosas de Burgos y del
Imperio español.
Provenientes de la Rioja, como en
su nombre indica, posiblemente de origen judeoconverso, acumularon su fortuna
invirtiendo arriesgadamente en empresas ultramarinas que comerciaban con toda
clase de mercaderías en un principio al servicio de la corona portuguesa y
posteriormente vueltos a Castilla.
Familia tentacular con su
epicentro en Burgos, por su condición esta, entonces, de Centro de Contratación
de primer orden, tenía ramas familiares activas en Amberes, Sevilla, La Coruña
y Lisboa.
Inicialmente Cristóbal de Haro, que no era rico por casualidad, radicado en
Lisboa, financió en 1511 para el Rey de Portugal, una expedición secreta que,
buscando el paso occidental al pacífico sin éxito, descubrió el Rio de la
Plata. La expedición debía ser ocultada por contraria al Tratado de Tordesillas
que reservaba dicha ruta a la Corona de Castilla.
Desencantado con Juan II de
Portugal y vuelto a España, desde 1517 colaboró estrechamente con Carlos I, en
compañía de otras potentes familias, en la financiación de sus empresas
ultramarinas y otros servicios de información y espionaje, siendo la más
célebre de aquellas, por heroica, la promoción del viaje de Magallanes en busca
de un paso transoceánico al sur del continente americano que permitiera el
acceso a las islas de las especias. Eran estas, mercancía del máximo aprecio y
rentabilidad entonces, acción presuntamente acorde con aquel Tratado de reparto
de los territorios.
Esta odisea de Magallanes-Elcano, que implicó el
primer viaje de circunvalación del globo culminado en 1522, constituyendo tan
descomunal hito de la Historia de la navegación y universal, cambió la concepción del mundo.
A pesar de que únicamente 18 de
los 250 expedicionarios regresaron en una única nave, La Victoria, de las cinco
que componían la armada, el cargamento de clavo de olor y pimienta que lograron
traer hasta Sevilla proporcionó réditos suficientes para compensar la inversión
en las cinco naves y dejar a sus inversores, especialmente a Cristóbal de Haro
un sustancioso beneficio.
En todo caso Cristóbal de Haro,
mente fría de apostador, por si la expedición de Magallanes no hubiera
regresado o hubiera vuelto de vacío, había financiado otra escuadra
alternativa, atravesando el Istmo de Nicaragua para, desde la costa del
Pacífico alcanzar el mismo objetivo.
El descubrimiento de las llamadas
Islas Molucas o de las especias, -actual Indonesia- generó una fuerte disputa
entre España y Portugal por no quedar claro, si conforme al Tratado de
Tordesillas se encontraban estas dentro de los territorios correspondientes a
Castilla.
Las sucesivas negociaciones entre
ambas naciones no dieron resultado amistoso por lo que Carlos I decidió enviar
una nueva flota armada al mando del Comendador de Bárbales y Caballero de la
Orden de San Juan, Fray García Jofre de Loaysa. Este noble manchego
venía avalado por ser remoto descendiente del célebre cruzado Godofredo de
Bouillon y sobrino del propio confesor del monarca. Su misión era llegar a las
Molucas por el paso descubierto por Magallanes a través del Pacífico Sur, tomar
posesión en nombre del Emperador, establecer su colonización y defenderla por
las armas.
Flota de la Expedición de Jofre de Loaysa
En consecuencia, la flota
dispuesta para tal fin reunía una considerable entidad marinera, en número de
navíos de buen tonelaje, y numerosa gente de guerra.
Cristóbal de Haro participó
también en el soporte financiero de esta nueva misión junto a los poderosos
Fugger y, como es natural, el propio Emperador Carlos. Esta flota que contaba
entre sus expedicionarios con Juan Sebastián Elcano, estaba dotada de seis
naves, la Santa María de la Victoria, nave capitana, la Sancti Spiritus, la
Anunciada, la San Gabriel, la Santa María del Parral, la San Lesmes y el
patache Santiago. En ellas embarcaron 450 hombres, casi todos de guerra, y en
número cercano al doble que en la expedición de Magallanes. Zarparon antes del
amanecer el 24 de julio de 1525 del
puerto de la Coruña.
Entre las naos que la componían, la San Lesmes, de 96 toneladas cuyo
capitán era Francisco de Hoces
proclamaría en la mar océana, con su denominación, su encomienda al Santo
Patrón de Burgos y a la Parroquia de los Haro.
Durante la Misa, miro de reojo a
Cristóbal de Haro que, en su sereno semblante parece rogar por la San Lesmes
mientras imagina los cabeceos de su casco entre las tremendas olas del Cabo de
Hornos. Parece saber bien, por oído tantas veces, lo incierto y penoso de la
travesía.
De las siete naves únicamente
cuatro llegaron al Paso de Magallanes el 14 de enero de 1526, las otras tres se
habían quedado encalladas en el estuario del río Gállego que habían confundido
con el estrecho, logrando posteriormente liberarse y regresar a España dos de
ellas habiendo naufragado la tercera.
El 24 de enero Loaysa logró
entrar en el canal con tres de las naves, pero la cuarta, la San Lesmes, impulsada por los fortísimos vientos, salió del estrecho
y se vio obligada a circunvalar la tierra de Fuego hasta llegar a la latitud 55
º Sur, por el “acabamiento de la tierra “, como relatarían al reencontrarse
días después.
La San Lesmes había descubierto
el paso del Atlántico al pacífico Sur por el extremo del Continente Americano,
llamado desde entonces “Mar de Hoces”, un nuevo pasaje al Pacífico sur,
alrededor del cabo de Hornos, que más tarde se denominaría pasaje de Drake por
el célebre corsario que medio siglo después realizó igual recorrido.
Cuatro naves culminaron el paso
del estrecho al Pacífico el 26 de mayo de 1526 pero de las cuatro únicamente la
capitana Santa María de la Victoria,
a pesar de lo desastroso de su estado, consiguió llega a su destino, aunque en
el trayecto falleció el general de la Armada Loaysa.
El patache Santiago en el que embarco Francisco de Hoces no siendo
autosuficiente para el transporte de víveres necesarios para su cuarenta
ocupantes decidió renunciar a atravesar el pacífico y navegó hasta Nueva España
(México) donde finalmente fondeó en Tehuantepec dos meses después (Hoy Salina
Cruz en Oaxaca)
La Santa María del Parral consiguió atravesar el Pacífico y llegar
a las Célebes cerca de las Molucas, pero su tripulación se amotinó asesinando a
su capitán Jorge Manrique de Nájera, a su hermano y al tesorero y finalmente la
nao embarrancó cerca de Sanguín donde los indígenas atacaron a la tripulación,
asesinando a muchos y esclavizando al resto.
Y, finalmente la San Lesmes, capitaneada por Diego Alonso de Solís que había embarcado
como tesorero general de la nave capitana y tenido que sustituir a Hoces por
enfermedad de este, desapareció en una tremenda tormenta el 1 de junio de 1526.
A partir de aquí todo son
hipótesis con esta nave perdida pero la más fundada- y aquí no se expondrán los
argumentos- es la de los historiadores François y Roger Hervé de la Biblioteca
Nacional de París.
Según estos científicos, fuera de
todo rumbo controlable, la San Lesmes continuó navegando el Pacífico Sur,
llegando a avistar la actual Nueva Zelanda y llegando finalmente al estuario
hoy denominado de Warnambool en el sur de Australia, en el lugar hoy denominado
Mahogany ship, donde la nave
naufragó, consiguiendo con ello ser los primeros europeos que descubrieron
Australia.
La tripulación entonces, según
los mismos autores, de dividió y, parte por tierra y parte construyendo y
tripulando otra nave al mando de Solís, se dirigieron por la costa Este de
Australia hacia el norte, hasta Cabo York. A partir de allí fueron hechos
prisioneros y asesinados por los portugueses que se apoderaron de toda la
cartografía de la costa australiana levantada por los españoles que más tarde
apareció como Carta del Delfín y en la cartografía de la Escuela de Dieppe.
Carta del Delfín
Mi madre falleció en septiembre
de 2013, por diversas circunstancias, en Madrid y no encontré fecha en el
calendario de la Iglesia de San Lesmes para celebrar allí un funeral como
hubiera querido. - La encontré en la Iglesia de San Nicolás, junto a la
Catedral, donde también la acompañé a oír la Misa dominical algunas veces- por
eso no he vuelto a despedirme de Don Cristóbal como hubiera debido.
Supongo que a estas alturas tanto
francisco de Hoces como Alonso Solís o el mismísimo Loaysa ya le habrán contado
lo que ocurrió en realidad con la singladura de la Nao san Lesmes y que
mientras, si deseo enterarme yo también, tendré que dedicarle el tiempo
necesario. Prometo hacerlo.