Si en los siglos de Historia de España ha habido unos años cruciales, en
los que cuajó la identidad de lo que hoy conocemos por la realidad política,
cultural, humana y territorial de tal denominación, estos fueron los
correspondientes al reinado de Castilla de Alfonso VIII.
Corona de los Camafeos. Monasterio de las Huelgas
Este rey, que gobernó Castilla entre
1158 y 1214,
descendía a la vez de Alfonso VI y de Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como
Cid Campidoctor, personajes ambos que habían protagonizado un agrio encuentro en
la sucesión del trono de Castilla (Ver Días oscuros de la Historia de Castilla I de este blog) y cuyas líneas venían a confluir en
su persona conciliando aquel conflicto.
Le casaron con una princesa inglesa, Leonor Plantagenet, hija y hermana de
reyes, uno de los cuales fue el célebre Ricardo Corazón de León.
Alfonso fue abuelo de reyes que además de tal condición también merecieron la consideración de santos, Fernando III de Castilla y León y Luis IX de Francia.
Y, por si poco fuera, resultó también creíble protagonista involuntario de una novela romántica y trágica escrita por su biznieto Alfonso X , al suponérsele tórrido idilio con una bella
judía toledana, hecho que, aún posiblemente ficticio, resultó puesto por escrito para su constancia y posteridad.
Consiguió poner de acuerdo a dos monarcas ibéricos, el gigante mocetón Sancho VII de Navarra, que media dos metros y
pico, y Pedro II de Aragón, para combatir y vencer en la batalla más decisiva,
en ocho siglos de contienda contra los invasores musulmanes de la península
ibérica, en las Navas de Tolosa en el verano de 2012, al formidable ejército almohade de Mohammar
Al Nassir, propiciando así la recuperación total de la península por gentes de
una misma base cultural y religiosa, enlazando sin solución de continuidad, en secular inercia hispana, con
el proceso posterior de descubrimiento y exploración del continente americano.
Este monarca tan especial, a instancias de su esposa, que no lo debía ser
menos, es quien construyó a su cargo, dotándole de los bienes y rentas
suficientes para su espléndido mantenimiento y
consiguiéndole un estatus jurídico
de autonomía de poder independiente de la jerarquía eclesiástica española, dependiente directamente del Papa de Roma, el monasterio cisterciense femenino de Santa
Maria la real de las Huelgas de Burgos. Así lo cuenta su contemporáneo,
consejero y amigo, el Obispo Rodrigo Jiménez de Rada en su Historia de los
Hechos de España:
“Con el
propósito de agradar al Altísimo, construyó cerca de Burgos, a instancias de su
serenísima esposa la reina Leonor, un Monasterio de Monjas de la orden del
Císter, y lo embelleció con la más noble construcción y lo dotó de tal modo con
copiosas rentas y diversas heredades, que las santas vírgenes consagradas a
Dios, que allí entonan día y noche salmos de alabanza a Dios, no sufren ninguna
penuria ni escasez, sino que rematados sin reparar en gastos los edificios, el
claustro, la Iglesia y demás dependencias, se deleitan continuamente en la
contemplación y las alabanzas, libres de preocupación.”
Monasterio de Santa María La Real de las Huelgas en Burgos
Tal institución superaba la histórica del Infantazgo de Covarrubias para
las princesas castellanas , integrando la institución civil de poder soberano
hereditario con la institución eclesial ideal para aquellos miembros femeninos de
la familia real que decidiesen profesar como religiosas.
Y también como recinto idóneo de sepultura de sus restos mortales en el
tránsito deseado a una vida ulterior al cielo de la fe cristiana.
Serían necesarias muchas páginas para sintetizar o reproducir lo que el
Monasterio de las Huelgas fue y aquí no
se intentará siquiera. Hay escrito mucho y bien, únicamente es necesario
consultarlo y enterarse hasta donde uno
considere bastante.
Ante los sarcófagos el Monasterio de Las Huelgas es fácil hacerse una idea
de cómo concebían la muerte y la transición a la vida eterna aquellos poderosos
magnates del siglo XII.
En cuanto al conjunto edificado, valen más sus imágenes que las palabras y
en cuanto a su contenido también porque en sí mismo constituye mobiliario que
evidencia la esperanza, y el deseo de los habitantes de aquellos años, de pasar a otra forma de existencia cuya
realidad suponían próxima o parecida a
la de los claustros, arcadas y jardines
de un monasterio-palacio como el que están. Un silencioso ámbito en el que damas
santas y religiosas cuidarían de uno en amplias estancias y jardines dentro de
protectores muros y elevadas bóvedas de piedra junto a frescos prados y
frondosas arboledas: las Huelgas.
En pocos lugares puede encontrar uno mejor integrada síntesis de vocación
sagrada, poder y paz espiritual que en este especial recinto.
Desde su exterior no se percibe más que un conjunto de volúmenes de piedra
que, por no encontrarse en un lugar elevado, no revelan su magnificencia real.
En efecto, su emplazamiento junto a un bosque y prados de la vega del
Arlanzón, le convierten en un lugar acogedor y ameno aunque no especialmente
espectacular.
Pero es lo cierto que entre y junto a sus muros ocurrieron hechos
espléndidos y fastos solemnes de la historia de España, coronaciones reales,
bodas regias, enterramientos y ceremonias de armadura y espaldarazo de
caballeros de la más alta aristocracia internacional.
Monjas del Convento de Bernardas de Vileña en la Bureba de Burgos dependiente de las Huelgas.
Este Convento se incendió y cerró en 1970.La fotografia es de 1930 en que todavia vestía con habito antiguo.
Fueron señoras de la institución infantas y princesas como Blanca de
Portugal o Ana de Austria cada una aportando a la institución magnificas dotes,
buen gobierno y jugosos pasados personales.
Este recinto, desde su primera Abadesa, Doña Marisol, ha sido mucho, ha
representado mucho y ha inspirado mucho y considero una suerte que siga
elegante y espléndido,, sobrio y rotundo, en pie y ,sobre todo, habitado por las
religiosas de la misma orden monástica inicial. Aquellas que inspiraron a
García Lorca “Impresiones y Paisajes”:
“Allí estaban
las monjas vestidas de blanco con los velos negros, las caritas sonrosadas y
plácidas rodeadas de elegantísimo turbante. Tenían por fondo una galería y ella
un Cristo atormentado. Nos miraban con mucha curiosidad y se reían de todas las
cosas que decíamos…
Toda la
antigua aristocracia medioeval está encerrada en los claustros, y por muchas
garras fieras que despedacen a la Historia, este convento, aunque mutilado,
será señorial y lo será siempre. Huele a limpieza de paño blanco y a suave
humedad. El patio solitario, lleno de yerbas, con las ventanas entornadas,
tiene bajo la tarde de Julio una rumorosa tranquilidad soleada y el claustro
azulado en estrellas góticas en las esquinas bajo su solería, los cuerpos de
las monjas que murieron.
Comenzó la
visita y al conjuro de la música monjil surgió una época gloriosa de España,
época de leyendas y de hechos maravillosos y desconocidos, guardada con fe y
amor devoto por aquellas mujeres… y surgió Alfonso VIII y San Fernando y Doña
berenguela y Sancho el Deseado… y princesas y niños y caballeros, todos
colocados en sencillos sepulcros arrimados a las paredes, y surgieron leyendas
de monjas infantes que murieron en olor de santidad… y apareció la batalla de
las Navas y la cruz que llevaba el arzobispo Rodrigo y se llegó al coro donde
está el corazón de la casa… los pasos resuenan extrañamente… allá en el fondo
un calvario lleno de espanto cubre de piedad las sombras… Luego las luces que
brillan ante los sagrarios y las lejanías de las bóvedas con sus ventanales
rasgados… y tapices en rosa y azul claro que explican a los emperadores
romanos. Todo lo que dicen las monjas de los muertos que allí tienen lo
pronuncian con una verdadera unción de agradecimiento. Parece que Alfonso el de
las Navas es un Santo para ellas...y enseñan tristes el vacío sepulcro de
Alfonso el sabio y se maravillan ingenuamente ante la tumba de la Infanta
Berenguela, que un día fatal para el Convento se la encontraron sentada en la
escalera del coro.
Y nos sentaron
en la silla abacial, donde la melancólica figura de la abadesa nos declamó
cariñosa y consejera, y las demás monjas, siempre sonriendo, siempre sonriendo
con una augusta serenidad…
Pasamos por el
patio románico color oro viejo, con una fuente llena de arabescos, de sol y de
flores sencillas y volvimos al gran coro, donde vimos vírgenes deliciosas con
su candor casi monjil…
Después una
religiosa soltó su cola para parecer un pavo real enorme, como ´la Manzana de
Anís´ de Francisco James; cortamos claveles y salimos en medio de unas
recomendaciones conmovedoras a la bondad…”