El Leon de Arlanza

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martes, 5 de julio de 2016

Dias Luminosos de la Historia de Castilla. Monasterio de las Huelgas

Si en los siglos de Historia de España ha habido unos años cruciales, en los que cuajó la identidad de lo que hoy conocemos por la realidad política, cultural, humana y territorial de tal denominación, estos fueron los correspondientes al reinado de Castilla de Alfonso VIII.


Corona de los Camafeos. Monasterio de las Huelgas

Este rey,  que gobernó Castilla entre  1158 y 1214, descendía a la vez de Alfonso VI y de Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como Cid Campidoctor, personajes ambos que habían protagonizado un agrio encuentro en la sucesión del trono de Castilla (Ver Días oscuros de la Historia de Castilla I de este blog) y cuyas líneas venían a confluir en su persona conciliando aquel conflicto.

Le casaron con una princesa inglesa, Leonor Plantagenet, hija y hermana de reyes, uno de los cuales fue el célebre Ricardo Corazón de León.

Alfonso fue abuelo de reyes que además de tal condición también merecieron la consideración de santos, Fernando III de Castilla y León y Luis IX de Francia.

Y, por si poco fuera, resultó también creíble protagonista involuntario de una novela romántica y trágica escrita por su biznieto Alfonso X , al suponérsele tórrido idilio con una bella judía toledana, hecho que, aún  posiblemente ficticio, resultó puesto por escrito para su constancia y posteridad.

Consiguió poner de acuerdo a dos monarcas ibéricos, el gigante mocetón  Sancho VII de Navarra, que media dos metros y pico, y Pedro II de Aragón, para combatir y vencer en la batalla más decisiva, en ocho siglos de contienda contra los invasores musulmanes de la península ibérica, en las Navas de Tolosa en el verano de 2012, al formidable ejército almohade de Mohammar Al Nassir, propiciando así la recuperación total de la península por gentes de una misma base cultural y religiosa, enlazando sin solución de continuidad, en secular inercia hispana, con el proceso posterior de descubrimiento y exploración del continente americano.

Este monarca tan especial, a instancias de su esposa, que no lo debía ser menos, es quien construyó a su cargo, dotándole de los bienes y rentas suficientes para su espléndido mantenimiento y  consiguiéndole  un estatus jurídico de autonomía de poder independiente de la jerarquía eclesiástica española, dependiente directamente del Papa de Roma, el monasterio cisterciense femenino de Santa Maria la real de las Huelgas de Burgos. Así lo cuenta su contemporáneo, consejero y amigo, el Obispo Rodrigo Jiménez de Rada en su Historia de los Hechos de España:

“Con el propósito de agradar al Altísimo, construyó cerca de Burgos, a instancias de su serenísima esposa la reina Leonor, un Monasterio de Monjas de la orden del Císter, y lo embelleció con la más noble construcción y lo dotó de tal modo con copiosas rentas y diversas heredades, que las santas vírgenes consagradas a Dios, que allí entonan día y noche salmos de alabanza a Dios, no sufren ninguna penuria ni escasez, sino que rematados sin reparar en gastos los edificios, el claustro, la Iglesia y demás dependencias, se deleitan continuamente en la contemplación y las alabanzas, libres de preocupación.”


Monasterio de Santa María La Real de las Huelgas en Burgos


Tal institución superaba la histórica del Infantazgo de Covarrubias para las princesas castellanas , integrando la institución civil de poder soberano hereditario con la institución eclesial ideal para aquellos miembros femeninos de la familia real que decidiesen profesar como religiosas.

Y también como recinto idóneo de sepultura de sus restos mortales en el tránsito deseado a  una vida ulterior  al cielo de la fe cristiana.

Serían necesarias muchas páginas para sintetizar o reproducir lo que el Monasterio de las Huelgas fue y  aquí no se intentará siquiera. Hay escrito mucho y bien, únicamente es necesario consultarlo y enterarse hasta donde  uno considere bastante.

Ante los sarcófagos el Monasterio de Las Huelgas es fácil hacerse una idea de cómo concebían la muerte y la transición a la vida eterna aquellos poderosos magnates del siglo XII.

En cuanto al conjunto edificado, valen más sus imágenes que las palabras y en cuanto a su contenido también porque en sí mismo constituye mobiliario que evidencia la esperanza, y el deseo de los habitantes de aquellos años,  de pasar a otra forma de existencia cuya realidad suponían próxima o parecida  a la de  los claustros, arcadas y jardines de un monasterio-palacio como el que están. Un silencioso ámbito en el que damas santas y religiosas cuidarían de uno en amplias estancias y jardines dentro de protectores muros y elevadas bóvedas de piedra junto a frescos prados y frondosas arboledas: las Huelgas.

Sepulcro de la Infanta Berenguela


En pocos lugares puede encontrar uno mejor integrada síntesis de vocación sagrada, poder y paz espiritual que en este especial recinto.

Desde su exterior no se percibe más que un conjunto de volúmenes de piedra que, por no encontrarse en un lugar elevado, no revelan su magnificencia real.

En efecto, su emplazamiento junto a un bosque y prados de la vega del Arlanzón, le convierten en un lugar acogedor y ameno aunque no especialmente espectacular.

Pero es lo cierto que entre y junto a sus muros ocurrieron hechos espléndidos y fastos solemnes de la historia de España, coronaciones reales, bodas regias, enterramientos y ceremonias de armadura y espaldarazo de caballeros de la más alta aristocracia internacional.


Monjas del Convento de Bernardas de Vileña en la Bureba de Burgos dependiente de las Huelgas.
Este Convento se incendió y cerró en 1970.La fotografia es de 1930 en que todavia vestía con habito antiguo. 

Fueron señoras de la institución infantas y princesas como Blanca de Portugal o Ana de Austria cada una aportando a la institución magnificas dotes, buen gobierno y jugosos pasados personales.
Este recinto, desde su primera Abadesa, Doña Marisol, ha sido mucho, ha representado mucho y ha inspirado mucho y considero una suerte que siga elegante y espléndido,, sobrio y rotundo, en pie y ,sobre todo, habitado por las religiosas de la misma orden monástica inicial. Aquellas que inspiraron a García Lorca “Impresiones y Paisajes”:

“Allí estaban las monjas vestidas de blanco con los velos negros, las caritas sonrosadas y plácidas rodeadas de elegantísimo turbante. Tenían por fondo una galería y ella un Cristo atormentado. Nos miraban con mucha curiosidad y se reían de todas las cosas que decíamos…
Toda la antigua aristocracia medioeval está encerrada en los claustros, y por muchas garras fieras que despedacen a la Historia, este convento, aunque mutilado, será señorial y lo será siempre. Huele a limpieza de paño blanco y a suave humedad. El patio solitario, lleno de yerbas, con las ventanas entornadas, tiene bajo la tarde de Julio una rumorosa tranquilidad soleada y el claustro azulado en estrellas góticas en las esquinas bajo su solería, los cuerpos de las monjas que murieron.

Comenzó la visita y al conjuro de la música monjil surgió una época gloriosa de España, época de leyendas y de hechos maravillosos y desconocidos, guardada con fe y amor devoto por aquellas mujeres… y surgió Alfonso VIII y San Fernando y Doña berenguela y Sancho el Deseado… y princesas y niños y caballeros, todos colocados en sencillos sepulcros arrimados a las paredes, y surgieron leyendas de monjas infantes que murieron en olor de santidad… y apareció la batalla de las Navas y la cruz que llevaba el arzobispo Rodrigo y se llegó al coro donde está el corazón de la casa… los pasos resuenan extrañamente… allá en el fondo un calvario lleno de espanto cubre de piedad las sombras… Luego las luces que brillan ante los sagrarios y las lejanías de las bóvedas con sus ventanales rasgados… y tapices en rosa y azul claro que explican a los emperadores romanos. Todo lo que dicen las monjas de los muertos que allí tienen lo pronuncian con una verdadera unción de agradecimiento. Parece que Alfonso el de las Navas es un Santo para ellas...y enseñan tristes el vacío sepulcro de Alfonso el sabio y se maravillan ingenuamente ante la tumba de la Infanta Berenguela, que un día fatal para el Convento se la encontraron sentada en la escalera del coro.

Y nos sentaron en la silla abacial, donde la melancólica figura de la abadesa nos declamó cariñosa y consejera, y las demás monjas, siempre sonriendo, siempre sonriendo con una augusta serenidad…

Pasamos por el patio románico color oro viejo, con una fuente llena de arabescos, de sol y de flores sencillas y volvimos al gran coro, donde vimos vírgenes deliciosas con su candor casi monjil…


Después una religiosa soltó su cola para parecer un pavo real enorme, como ´la Manzana de Anís´ de Francisco James; cortamos claveles y salimos en medio de unas recomendaciones conmovedoras a la bondad…”