Como un cuadro cubista de
volúmenes grises y ángulos imposibles, desde la explanada del Compás de afuera,
se aprecia el contundente conjunto monumental de la iglesia del Monasterio de
las Huelgas en todo su esplendor de piedra.
He venido hoy a observar de cerca
el elegante y sobrio sepulcro de Doña Blanca de Portugal, entrelazado de los
símbolos de los reinos de Castilla y Portugal, que descansa sobre el lomo de
dos leones tumbados en el primer término derecho de la nave central.
Descansa en tan preferente lugar
porque Doña Blanca de Portugal, Infantissa
Donna Blanca, serenissimi Regis Portugaliae filia, fue Señora del
monasterio entre dos siglos, XIII y XIV, resultando, en la tradición de este
singular sitio, “la Señora de las Huelgas” por antonomasia. Monja y Señora,
aunque no abadesa del convento. Su biografía merece ser recordada con el debido
cuidado y el especial interés histórico que su rastro mortal nos cuenta.
Hija y nieta de reyes, esta
infanta de sangre recia castellana, nació en Santarem en 1256. Fueron sus
padres el Rey Alfonso III de Portugal y la reina consorte Beatriz de Castilla.
Beatriz era hija natural de Alfonso X de Castilla, El Sabio.
Alfonso X, antes de su casamiento
con Violante de Aragón, ya había tenido más de un lance de juventud el último
de los cuales fue con una dama noble castellana, Doña Mayor Guillén de Guzmán con
la que, en 1242, a los 21 años, tuvo a Beatriz, mas tarde reina consorte de
Portugal y madre de nuestra Doña Blanca. Doña Mayor pertenecía a vieja familia
originaria de León, los Guzmán, siendo el abuelo de Doña Mayor, Don Pedro
Dominguez de Guzman, mayordomo mayor de Alfonso VIII, bisabuelo de Alfonso X, que
murió en la batalla de Alarcos.
Alfonso, consciente de su lógico
afecto por su amante y su descendencia bastarda, Beatriz y mas
tarde, Dª Blanca de Portugal, proyectó un Infantado o Señorío
dotacional para la adecuada dignificación de tal familia paralela y a modo de los
Infantados ancestrales de los Reyes Castellanos.
Historiadores recientes denominan
esta familia como dinastía femenina de las Guzman
alfonsinas y ofrecen datos que mueven a la reflexión sobre el significativo
papel de la mujer en la edad media.
Dada la tenencia previa de
posesiones en la Alcarria por la familia de Doña Mayor, el monarca instituyó y
dotó en ese ámbito geográfico el citado señorío patrimonial separando
Cifuentes, Alcocer y otros lugares de sus respectivos alfoces para su cesión a
tal señorío. Abuela, madre e hija fueron señoras de este pequeño estado
independiente.
Cuando Teresa Dominguez ,”La
Gallega” ,criada que fue de Doña Mayor y mas tarde también de Beatriz y Blanca,
hizo testamento en 1291 en favor del convento de santa Clara de Alcocer hizo deditio de sí misma y de todo un
conjunto de bienes (casas, viñas, huertas, cubas) que representaban aquellos
recibidos en agradecimiento de sus señoras y sin duda fueron disfrutados por
ellas en vida.
De los primeros 36 años de vida
de Doña Blanca no se tienen muchas noticias. Yendo y viendo junto a su madre, de Portugal a Castilla, a
pesar de ser reina e infanta portuguesas,
bien, para acompañar y asistir a Don Alfonso o
intentando conciliar a los hermanos e infantes en sus continuas
disputas.
Blanca, según nos cuenta el
cronista del reinado de Alfonso XI de Castilla, tuvo un hijo natural con un
caballero llamado Pero Nuñez Carpentero y este hijo, con los años, devino Gran
maestre de la Orden de Calatrava con el nombre de Juan Nuñez de Prado. Este caballero ,desde este cargo, prestó grandes
servicios a su pariente Alfonso XI, siendo finalmente ejecutado en el castillo
de Maqueda por el último monarca de la Casa de Borgoña , Pedro I.
Por lo tanto Doña Blanca tenía un pasado en el mundo cuando ingresó en las Huelgas a los 36 años, paso
este dado solemnemente, a sugerencia testamentaria de su tío, que tenia casi su misma edad, el Rey Sancho, “para sosegar su hacienda y vida en orden”.
El ingreso en este recinto para miembros de la familia real lo era tanto para
la vida terrena como para la eterna, dado que, en tal carácter de morada y
panteón real, fue concebido y fundado por Alfonso VIII el de la Navas.
En deferencia a su real persona,
la bendición abacial que el Obispo de la Sede de Burgos, Don Fernando, hacia
normalmente en la Catedral, se llevó a cabo en el propio Convento.
Doña Blanca aportaba el ajuar de
extensísimas y valiosas posesiones al ya de por sí, poderoso cenobio: Las
villas de Cifuentes, Alcocer, Viana, Añazón, Palazuelos, Santiago de la Puebla,
las Salinas de Poza y Añana… y Briviesca, la principal población de la Bureba.
Con ello, el Monasterio, ya
propietario de las Salinas de Rosío se convertía en una gran potencia salinera
del reino.
El siglo XIII, aunque de
costumbres un tanto libres, transcurría como periodo pródigo en el desarrollo
de la cultura y las artes en general. El estilo gótico comenzaba a destacarse
en la silueta de las principales construcciones produciendo la preclusión del
sencillo románico. En las Huelgas se patentiza con profusión. Doña Blanca se
sabe que encargó traducir el libro hebreo Las
Batallas de Dios al médico, clérigo y escritor judeo-converso Abner de
Burgos, también conocido por Alfonso de Valladolid.
Los burebanos de Briviesca saben
que fue esta Infanta la que ordenó la construcción de la Colegiata de Santa
María en esta villa, la que dispuso el traslado de la población desde el cerro
de San Juan al llano que actualmente constituye su centro y, sobre todo, la que
ordeno redactar y que se otorgara un Fuero a la actual capital de la Bureba del
mismo contenido que el Fuero Real concedido a Burgos, creando instituciones
como el abogado de oficio y reforzando la protección de la familia.
Gestionó su inmenso patrimonio
liquidando las posesiones alcarreñas del Señorío fundado por Alfonso X para su
madre, su abuela y ella misma, adquiriendo sin embargo lugares más al norte,
próximos a las Huelgas y atrayendo a este recinto a su tía Urraca Alfonso, hija
natural también de su abuelo, que detentó contemporáneamente a su vida en
Burgos el cargo de Abadesa de las Huelgas entre 1296 y 1326, tras haberlo sido
en el Monasterio de Clarisas de Alcocer
Esta Señora en su tiempo cumplido otorgó un generoso y prolijo
testamento favoreciendo tanto a las
Huelgas como a Briviesca, sin olvidarse de
ninguna posible deuda o agradecimiento particulares, como al físico Don Salomón,
al que dejó seismil maravedises. En esta su última disposición donó con humildad su propio cuerpo al Monasterio.
Blanca de Portugal vivió en las
Huelgas durante ventiséis años actuando como Señora de esta institución hasta
su fallecimiento en 1321 a la edad de sesenta y dos años. De su ajuar funerario hay
expuestos, en el actual museo de telas, un trozo de brocado que fue cojín, de
fondo verde y decoración en oro con águilas posadas, leones opuestos con la
cabeza vuelta, pavones también opuestos y con la cabeza vuelta. Le cruza una
faja lisa de oro, y otra ornamentada también en verde y oro. También se muestra
el brocado del forro de su ataúd. Este
brocado se integra por una tela fina decorada con aves semejantes a águilas con
la cabeza vuelta entre flores, todo en oro y dibujado con perfiles blancos muy
finos y es una de las telas más espléndidas de la colección, por su aspecto de
masa en oro.