El Leon de Arlanza

El Leon de Arlanza
El Leon de Arlanza

miércoles, 3 de enero de 2018

Una magnífica reja


La reja que separa el gran coro de las monjas de la Nave central en la Iglesia del Monasterio de las Huelgas, de la Capilla de San Juan Bautista, es pieza única, de pretensión artística impresionante, dorada y testimonial, pero reja al fin.


Reja entre el Coro y Capilla de San Juan Bautista . Las Huelgas

Realizada en madera policromada, en ella miran hacia la cabecera del templo las efigies del fundador Alfonso VIII, su esposa Leonor de Inglaterrra y la hija de ambos Berenguela de Castilla, columna vertebral, eje y clave de la unidad del Reino después. 

En la parte de poniente de la obra, la cliente de este elemento singular , ordenó los retratos- estos ya más parecidos a los retratados- de sus egregios familiares de la casa de Austria, su abuelo Carlos I de España, su tío Felipe II y su propio padre, hijo natural del primero y por lo tanto hermanastro del segundo, Juan de Austria, héroe de Lepanto. Todos ellos mirando de frente a su propio sepulcro situado en el centro de la capilla.

Con tal grupo humano, la reja integra el lustre máximo de Reyes y Emperadores del Imperio en el que, por vez primera en la historia conocida, no se ponía el sol y expresa el subconsciente- o no-  mensaje de la abadesa que encargó, diseñó y sufragó tal obra de relación a perpetuidad de una dinastía con un instrumento de encierro: una reja magnífica.

Porque lo cierto es que Doña Ana, con esta obra, unía para siempre, en imagen, la de su tío Felipe II a un elemento arquitectónico que simboliza entre otras cosas, la limitación de la libertad. También la de su propio padre y la de los ancestros próximos y remotos de la familia real a la que ella no había elegido pertenecer y mucho menos en calidad de hija bastarda de un hijo bastardo.

María Ana había nacido en el Palacio de Pastrana, fruto de la relación entre Juan de Austria y María de Mendoza, dama de compañía de su hermana Juana de Austria. Por ello su nacimiento se mantuvo en secreto y, para que también su propia existencia lo fuera, fue ingresada en el Convento de Agustinas de Madrigal de las Altas Torres, a la temprana edad de seis años, para ser educada y recluida como religiosa, sin constancia previa de su vocación.

Los avatares del destino hicieron que en la misma localidad de Madrigal coincidieran por aquellas fechas de 1594, en las que Ana ya había cumplido profesión y votos, dos personajes relacionados entre si que la involucraron en un proceso que a punto estuvo de acabar con sus días.

En este año era Vicario del Convento de Nuestra Señora de Gracia de Madrigal, Fray Miguel de los Santos, agustino portugués que había sido confesor del Rey Don Sebastián de Portugal, fallecido supuestamente en Marruecos, en 1578 durante la batalla de Alcazarquivir.

Don Sebastian I de Portugal

Al fallecimiento de este monarca fue proclamado sucesor su tío Enrique quien, para posibilitar la continuidad dinástica había pedido al Papa ser liberado de sus votos eclesiásticos, dada su condición de Cardenal, pretensión que no le fue concedida.

Se abrió con ello, a su fallecimiento, una lucha dinástica entre su sobrino Antonio y Felipe II, este como legítimo heredero de la secular política matrimonial mantenida desde los Reyes Católicos con la corona portuguesa.

Antonio fue derrotado en la batalla de Alcántara en agosto de 1580 por el Duque de Alba, quedando con ello Felipe II como único titular legítimo del reino.

Entre los partidarios del derrotado Don Antonio se encontraba Fray Miguel de los Santos, por lo que tras el confinamiento de aquel en Crato, el fraile fue exiliado a Madrigal como Vicario del Convento en el que había prometido sus votos Doña María Ana.

Lo que sucedió puede hoy parecer producto de una ficción literaria, pero en aquellos días ocurrió realmente y ha quedado de todo ello una abundante prueba documental: este religioso creyó ver una oportunidad de recuperar la corona portuguesa para un monarca portugués en la persona de Gabriel de Espinosa, cuya identidad real continúa, incluso hoy día, poco clara.

Mientras algunos le consideran natural de Madrigal, parece ser Toledo el lugar más probable de su nacimiento por el documento más antiguo que se conserva sobre su persona, que refiere un título de pastelero expedido en dicha ciudad.

A este pastelero – en el sentido del término en aquella época como cocinero especializado en la elaboración de pasteles de carne- Fray Miguel lo tenía por el mismísimo Rey Don Sebastián de Portugal que, en realidad – en su suposición- no había fallecido en la nefasta batalla africana, sino que continuaba viviendo de incógnito, por distintas causas y maniobraba para volver y ser aclamado por el pueblo que tanto le añoraba.

Es lo más probable que Espinosa fuera huérfano o, en otra hipótesis, hijo bastardo de Don Juan Manuel de Portugal, padre del Rey Don Sebastián, y una madrigaleña llamada María Pérez o María Espinosa, doncella de los marqueses de Castañeda o de la Infanta Juana, esposa del Príncipe Juan, resultando por ello ser hermanastro del Rey Sebastián.

En 1594 había llegado Gabriel a Madrigal tras un largo periplo ejerciendo su oficio de pastelero, acompañado de una mujer, Isabel Cid y de una hija de dos años. En su entorno resultaba extraño que un simple artesano dominara varios idiomas como el francés o el alemán, como era el caso, así como que tuviese destreza en artes de equitación y muy buenas formas sociales. La explicación de estas habilidades pudiera deberse a haber ejercido en la milicia del capitán Pedro Bermúdez a la que siguió en campaña ejerciendo su oficio.

Estancia del Convento de Religiosas Agustinas de Madrigal de las Altas Torres (Avila)

Estas destrezas personales, el hecho de ser pelirrojo y su gran parecido físico con el rey Don Sebastián, pudieron contribuir a dar consistencia al plan de hacerse pasar por aquel monarca que reaparecía e iniciar una alambicada trama entre el fraile y el pastelero que implicó a la aristocrática religiosa en su ingenuidad y ansiedad de liberación del claustro.

Fray Miguel se las ingenió para poner en contacto a Gabriel con Doña María Ana, quien acepto participar plenamente, bien creyendo realmente en la reaparición de su primo Sebastián o únicamente viendo en ello una oportunidad de evitar el Convento. Poco después ambos se prometían en matrimonio, condicionado por parte de ella a conseguir la dispensa de su voto por el Papa, merced que esperaría obtener ante el hecho de ser su futuro marido rey de Portugal.

En la trama comenzaron también a participar secretamente nobles portugueses que visitaban discretamente el convento preparando el camino.

Gabriel procedió con bastante falta de prudencia en las gestiones para conseguir fondos con los que financiar la conspiración y fue detenido en Valladolid donde le requisaron joyas y cartas que resultaron ser de Doña María Ana y de Fray Miguel, cartas cuyo contenido evidenciaba la trama y de las que no pudo dar explicación satisfactoria con el resultado de que todo ello fue considerado motivo suficiente para instruir un juicio por alta traición contra los implicados.

Fueron Gabriel y Fray Miguel reiteradamente interrogados, incluso bajo tormento, y finalmente acusados de crimen de lesa majestad. Todo el proceso fue tutelado personalmente por el propio Felipe II y a lo largo del mismo no se logró una confesión clara del principal acusado, quien poco dijo de su vida y andanzas, revelando únicamente que su verdadero nombre no era por el que se le conocía, sino que lo usaba por ser el que aparecía en su título de pastelero. Su ambiguo comportamiento fue desde una pronta confesión de suplantación hasta la negación de la misma.

Finalmente, el uno de agosto de 1595, se sentenció la culpabilidad de Gabriel Espinosa condenándole a morir en la horca. Las crónicas de la ejecución contribuyen a perpetuar las incógnitas: el orgullo de su mirada, la tranquilidad ajustándose la soga al cuello y la cólera con la que citó a D. Rodrigo, la autoridad que lo detuvo, ante el Tribunal de Dios. 

Con los rigores propios de los ajusticiamientos ejemplares previstos para los máximos crímenes de la época, tras el ahorcamiento, el cadáver fue decapitado y descuartizado exponiéndose sus despojos al pueblo en cada una de las cuatro puertas de la muralla, y la cabeza en la fachada del Ayuntamiento de la Villa de Madrigal.

Fray Miguel de los Santos también fue condenado a la máxima pena, despojado de sus atributos eclesiásticos, fue paseado en un asno en la forma degradante de los autos de fe por la hoy conocida aún como Calle del Sombrerete, en alusión a este aditamento que se imponía al reo siendo finalmente ahorcado en la Plaza Mayor de Madrid.

Tampoco el agustino dejo de contribuir a la continuidad del misterio, afirmando al pie de la horca que había creído firmemente que el pastelero era el rey ya que él había conocido personalmente a Don Sebastián. Una vez ahorcado su cadáver también fue decapitado y su cabeza enviada a Madrigal.

Tampoco tvo piedad Felipe II con su sobrina. A pesar de ser más víctima de la trama, que culpable de ella, fue encerrada en estricta clausura en el Convento de Nuestra Señora de Gracia de Ávila, donde permaneció más de cuatro años privada de todos sus privilegios. Una vez que en 1598 falleció el rey Felipe, su sucesor y por lo tanto primo de ella, Felipe III, la perdonó, retornando al Convento de Madrigal donde terminó siendo Priora.

En el Archivo Nacional de Simancas se conserva el expediente del proceso del “Pastelero de Madrigal”, que fue declarado materia reservada y Secreto de Estado por el Duque de Lerma el 23 de septiembre de 1615, con lo que no pudo ser investigado hasta que, a mediados del siglo XIX, se levantó el secreto procesal.

Finalmente, en 1611 Doña Ana de Austria en una oportuna ocasión de conflictividad en la regencia del Monasterio de las Huelgas, fue elegida Abadesa perpetua como figura digna de solución del conflicto y ejerció dicho cargo, con un reconocido acierto hasta 1629.

Doña Maria Ana de Austria con Hábito y Báculo de Abadesa de Las Huelgas

Su llegada resulto beneficiosa para la buena administración del monasterio y su figura fue respetada y querida por sus súbditos, dejando numerosos vestigios de su mandato.

Entre ellos todo los elementos y retablo de la Capilla de San Juan Bautista al fondo de la nave central de la Iglesia del Monasterio, bajo las armas de la Casa de Austria, un conjunto de pinturas y elaboradas tallas de la Inmaculada y de los Santos Benito y Bernardo y los coros de madera lisa destinados a las Hermanas Conversas.

Y frente a la espléndida reja con las figuras de sus ancestros, en el centro del espacio, la losa sepulcral de la abadesa Ana de Austria bajo la cual no se encuentran sus restos.

Sepultura de Doña Maria Ana de Austria. Las Huelgas.

Por nobles motivos arqueológicos cuyos resultados pueden contemplarse  en el Museo del Convento, las sepulturas de todo el lugar han sido removidas y estudiadas. Sin embargo, cuando se abrió el ataúd con la inscripción de su identidad y la fecha de su fallecimiento (¿1640?) escrita en extraña grafía,” Falleció el 28 de noviembre de MDC XXLX”, este se encontraba vacío, ignorándose hasta hoy donde pueda encontrarse su contenido, si es que alguna vez lo tuvo.

 Parece como si la reclusión que practicó en vida y que la reja simboliza, hubiera dejado de ser efectiva en un momento determinado, no por el fin de sus días, sino por su sola voluntad.


 Coro de las Monjas en la Nave Central y la reja de Doña Maria Ana de Austria al fondo.







martes, 26 de septiembre de 2017

Domingo Manso de Zúñiga (Santo): Un soñador entre la Rioja y la Ribera del Duero.


                                           Silos, entrada a la Sala Capitular

Cuenta el Padre Flórez en su España Sagrada (1772), citando al Monje Grimaldo, en el relato de la Vida y Milagros de Santo Domingo de Silos que

“En Cisneros salió María de su casa para la plaza, buena y sana: pero de repente se puso tullida de pies y manos, con la boca torcida, pero dando grandes confusas voces, sin que nadie acertase remediarla en un estado casi cadavérico. Ofrecioseles llevarla en un féretro al Abad de Silos, por la fama de su virtud, y en efecto la pusieron a sus pies medio muerta. El santo compadecido de la enferma y movido de la fe de los paysanos (sic), oró a Dios: pidió que le tragesen (sic) un poco de vino: bendijole por su mano: aplicóle a los labios de la enferma : y lo mismo fue gustarle, que levantarse repentinamente buena, glorificando a Dios , y al que la alcanzó la salud.”

Probablemente ese vino milagroso era procedente del viñedo de Quintana del Pidio, proveedor permanente del Monasterio de Silos como bien es sabido documentalmente.(*)

Y si el vino era de la Ribera del Duero, el Abad era riojano, del pueblo de Cañas, que entonces pertenecía al reino de Navarra. Nacido exactamente en el año 1000, un millenial auténtico, en el seno de una buena familia, segundona de un rico linaje, Los Manso de Stuñiga cuya rama noble habitaba un suntuoso palacio en la contigua Canillas.

Domingo Manso, que era bajito, desde niño estaba ungido con un espíritu religioso, especialmente hondo y caritativo. Sus padres no dudaron en permitirle formarse para la vida clerical a pesar de lo convulso de la época y la proximidad de la amenaza permanente del Califato de Córdoba. No hacía mucho que en una aceifa habían degollado a más de un centenar de frailes en el vecino convento de san Pedro de Cardeña.

   Santo Domingo de Silos. Museo del Prado.

A los cuarenta años alcanzó un gran prestigio y autoridad personal, como Prior del Monasterio de san Millán de Suso, propiedad de los monarcas navarros con sede en la vecina Nájera. Un incidente serio con el rey Don García de Nájera, a quien, plantó cara evitando un real expolio de los bienes del convento intentado por parte de este, le supuso su expulsión del reino además de la amenaza de males mayores.

En su exilio forzoso se dirigió a la Corte de Castilla en Burgos donde fue calurosamente recibido, ante el conocimiento de su fama de clérigo piadoso, buen gestor de la Iglesia y su plante ante tan importante figura.

El monarca castellano, Fernando I, hermano de Don García, estimando sus posibilidades de éxito, le ofreció la misión de revitalizar el Monasterio de San Sebastián de Silos (Silo, En eusquera agujero, depósito de grano), al otro lado de la Sierra de la Demanda, prácticamente en la frontera con el Califato.

 Vista general de santo Domingo de Silos.

El valle del Tabladillo en el que se encontraba el convento es un, relativamente pequeño pero bien dispuesto, territorio recorrido por muchos pequeños ríos como el Ura (Ura en eusquera corriente de agua) que en tiempos de los Romanos debió ser villa agrícola y posteriormente asentamiento en torno a un convento visigótico fundado por el Rey Recaredo.

         Cabeza romana (S.IV) hallada en Silos        
                  
En el año 1040, ante lo incierto de la proximidad del enemigo y una patente relajación religiosa, el lugar languidecía en espiral de debilidad que ponía en riesgo todo el fértil y prometedor contorno. El prestigio demostrado por Domingo podría liderar un cambio de esta situación.
Y así fue.

Y según nos cuenta en monje Grimaldo y después Gonzalo de Berceo, allí es donde Domingo empezó a soñar, sueños premonitorios en los que ángeles le ofrecían coronas otorgadas directamente por Dios como premio sobrenatural por su buena labor en el progreso de la Iglesia y en promesa condicionada a el renacimiento de cenobio de Silos. Por eso en su sepulcro su imagen abacial, sobre tres leones, aparece con corona en vez de tiara.


                Monasterio de Santo Domingo de Silos . Sepulcro de santo Domingo.

Domingo, además de dirigir la edificación de la maravilla en piedra que hoy puede admirarse en el claustro románico, debió dedicarse intensamente a una labor social esencial en aquel momento: la redención de cautivos. Para el enemigo musulmán los cautivos tenían un interés económico mucho más importante que el acabamiento, porque no se escatimaba en rescates ante una demografía como la de aquel tiempo en el que la corta esperanza de vida hacia esta y por ende la de los cristianos, especialmente valiosa.

           Vida y Milagro del Moro de Santo Domingo de Silos .Museo de Bellas Artes Bilbao

No tratan estas líneas de reiterar otra hagiografía de este Santo tan castellano, patrono de las parturientas, (Ver en este blog Días luminosos de la Historia de Castilla II. Las leyes de Burgos de 1512) sino únicamente de aportar un recuerdo cariñoso, aunque lego, al ingente volumen de artículos históricos y divulgativos producidos en torno de tan fantástica figura.
(*) Realmente hasta Alfonso VIII (s.XIII) no se incorpora Quintana del Pidio a la Abadía de Silos.

martes, 12 de septiembre de 2017

La Señora de las Huelgas Doña Blanca de Portugal




Como un cuadro cubista de volúmenes grises y ángulos imposibles, desde la explanada del Compás de afuera, se aprecia el contundente conjunto monumental de la iglesia del Monasterio de las Huelgas en todo su esplendor de piedra.

He venido hoy a observar de cerca el elegante y sobrio sepulcro de Doña Blanca de Portugal, entrelazado de los símbolos de los reinos de Castilla y Portugal, que descansa sobre el lomo de dos leones tumbados en el primer término derecho de la nave central.

Descansa en tan preferente lugar porque Doña Blanca de Portugal, Infantissa Donna Blanca, serenissimi Regis Portugaliae filia, fue Señora del monasterio entre dos siglos, XIII y XIV, resultando, en la tradición de este singular sitio, “la Señora de las Huelgas” por antonomasia. Monja y Señora, aunque no abadesa del convento. Su biografía merece ser recordada con el debido cuidado y el especial interés histórico que su rastro mortal nos cuenta.


Hija y nieta de reyes, esta infanta de sangre recia castellana, nació en Santarem en 1256. Fueron sus padres el Rey Alfonso III de Portugal y la reina consorte Beatriz de Castilla. Beatriz era hija natural de Alfonso X de Castilla, El Sabio.

Alfonso X, antes de su casamiento con Violante de Aragón, ya había tenido más de un lance de juventud el último de los cuales fue con una dama noble castellana, Doña Mayor Guillén de Guzmán con la que, en 1242, a los 21 años, tuvo a Beatriz, mas tarde reina consorte de Portugal y madre de nuestra Doña Blanca. Doña Mayor pertenecía a vieja familia originaria de León, los Guzmán, siendo el abuelo de Doña Mayor, Don Pedro Dominguez de Guzman, mayordomo mayor de Alfonso VIII, bisabuelo de Alfonso X, que murió en la batalla de Alarcos.

Alfonso, consciente de su lógico afecto por su amante y su descendencia bastarda, Beatriz  y  mas tarde, Dª Blanca de Portugal, proyectó un Infantado o Señorío dotacional para la adecuada dignificación de tal familia paralela y a modo de los Infantados ancestrales de los Reyes Castellanos.

Historiadores recientes denominan esta familia como dinastía femenina de las Guzman alfonsinas y ofrecen datos que mueven a la reflexión sobre el significativo papel de la mujer en la edad media.

Dada la tenencia previa de posesiones en la Alcarria por la familia de Doña Mayor, el monarca instituyó y dotó en ese ámbito geográfico el citado señorío patrimonial separando Cifuentes, Alcocer y otros lugares de sus respectivos alfoces para su cesión a tal señorío. Abuela, madre e hija fueron señoras de este pequeño estado independiente.

Cuando Teresa Dominguez ,”La Gallega” ,criada que fue de Doña Mayor y mas tarde también de Beatriz y Blanca, hizo testamento en 1291 en favor del convento de santa Clara de Alcocer hizo deditio de sí misma y de todo un conjunto de bienes (casas, viñas, huertas, cubas) que representaban aquellos recibidos en agradecimiento de sus señoras y sin duda fueron disfrutados por ellas en vida.

De los primeros 36 años de vida de Doña Blanca no se tienen muchas noticias. Yendo y viendo junto a su madre, de Portugal a Castilla, a pesar de ser reina e infanta portuguesas,   bien, para acompañar y asistir a Don Alfonso o intentando conciliar a los hermanos e infantes  en sus continuas disputas.

Blanca, según nos cuenta el cronista del reinado de Alfonso XI de Castilla, tuvo un hijo natural con un caballero llamado Pero Nuñez Carpentero y este hijo, con los años, devino Gran maestre de la Orden de Calatrava con el nombre de Juan Nuñez de Prado.  Este caballero ,desde este cargo, prestó grandes servicios a su pariente Alfonso XI, siendo finalmente ejecutado en el castillo de Maqueda por el último monarca de la Casa de Borgoña , Pedro I.

Por lo tanto Doña Blanca tenía un pasado en el mundo cuando ingresó en las Huelgas a los 36 años, paso este dado solemnemente, a sugerencia testamentaria de su tío, que tenia  casi su misma edad, el Rey Sancho, “para sosegar su hacienda y vida en orden”. El ingreso en este recinto para miembros de la familia real lo era tanto para la vida terrena como para la eterna, dado que, en tal carácter de morada y panteón real, fue concebido y fundado por Alfonso VIII el de la Navas.

En deferencia a su real persona, la bendición abacial que el Obispo de la Sede de Burgos, Don Fernando, hacia normalmente en la Catedral, se llevó a cabo en el propio Convento.

Doña Blanca aportaba el ajuar de extensísimas y valiosas posesiones al ya de por sí, poderoso cenobio: Las villas de Cifuentes, Alcocer, Viana, Añazón, Palazuelos, Santiago de la Puebla, las Salinas de Poza y Añana… y Briviesca, la principal población de la Bureba.

Con ello, el Monasterio, ya propietario de las Salinas de Rosío se convertía en una gran potencia salinera del reino.

El siglo XIII, aunque de costumbres un tanto libres, transcurría como periodo pródigo en el desarrollo de la cultura y las artes en general. El estilo gótico comenzaba a destacarse en la silueta de las principales construcciones produciendo la preclusión del sencillo románico. En las Huelgas se patentiza con profusión. Doña Blanca se sabe que encargó traducir el libro hebreo Las Batallas de Dios al médico, clérigo y escritor judeo-converso Abner de Burgos, también conocido por Alfonso de Valladolid.

Los burebanos de Briviesca saben que fue esta Infanta la que ordenó la construcción de la Colegiata de Santa María en esta villa, la que dispuso el traslado de la población desde el cerro de San Juan al llano que actualmente constituye su centro y, sobre todo, la que ordeno redactar y que se otorgara un Fuero a la actual capital de la Bureba del mismo contenido que el Fuero Real concedido a Burgos, creando instituciones como el abogado de oficio y reforzando la protección de la familia.

Gestionó su inmenso patrimonio liquidando las posesiones alcarreñas del Señorío fundado por Alfonso X para su madre, su abuela y ella misma, adquiriendo sin embargo lugares más al norte, próximos a las Huelgas y atrayendo a este recinto a su tía Urraca Alfonso, hija natural también de su abuelo, que detentó contemporáneamente a su vida en Burgos el cargo de Abadesa de las Huelgas entre 1296 y 1326, tras haberlo sido en el Monasterio de Clarisas de Alcocer

Esta Señora  en su tiempo cumplido otorgó un generoso y prolijo testamento favoreciendo tanto a las 
Huelgas como a Briviesca, sin olvidarse de ninguna posible deuda o agradecimiento particulares, como al físico Don Salomón, al que dejó seismil maravedises. En esta su última disposición donó  con humildad su propio cuerpo al Monasterio.


Blanca de Portugal vivió en las Huelgas durante ventiséis años actuando como Señora de esta institución hasta su fallecimiento en 1321 a la edad de sesenta y dos años. De su ajuar funerario hay expuestos, en el actual museo de telas, un trozo de brocado que fue cojín, de fondo verde y decoración en oro con águilas posadas, leones opuestos con la cabeza vuelta, pavones también opuestos y con la cabeza vuelta. Le cruza una faja lisa de oro, y otra ornamentada también en verde y oro. También se muestra  el brocado del forro de su ataúd. Este brocado se integra por una tela fina decorada con aves semejantes a águilas con la cabeza vuelta entre flores, todo en oro y dibujado con perfiles blancos muy finos y es una de las telas más espléndidas de la colección, por su aspecto de masa en oro.

jueves, 31 de agosto de 2017

Un hombre cuántico del siglo XV


Sobre la imagen en transparencia de La Capilla principal del santuario de San Pedro Regalado en La Aguilera (Burgos) puede verse un escudo de armas en el que dos lobos portan su presa en las fauces. 



Tal feroz imagen indica la calidad ostensiblemente guerrera de su titular.

Este titular, cuyos restos mortales reposan discretamente en el mismo recinto es, o fue, Juan de Zúñiga, un burgalés aristócrata de Peñaranda de Duero, al que Felipe II otorgó en 1583 el nombramiento de Virrey de Cataluña para defender sus costas de la temible flota Turca.  Ya por entonces, hace 434 años, en nombre del Islam, se atentaba contra los españoles de Barcelona, igual que en agosto de 2017.

Juan de Zúñiga, igual que sus padres y abuelos, y gran parte de la nobleza castellana, tenía gran devoción por el Santo de Asís y los frailes franciscanos en general. Financiaron conventos y favorecieron la implantación de la Orden en España y sus posesiones ultramar.

Una de estas fue el convento, hoy Santuario, de La Aguilera.


Pedro Regalado fue un hombre extraordinario nacido a orillas de un río tan castellano y nuestro como el Esgueva. Efectivamente la Calle Costanilla de Valladolid, hoy llamada Platería, donde vivía la familia de judíos conversos en 1390, Pedro y María, en cuyo seno nació, transcurría sobre el ramal norte del río Esgueva antes de su desembocadura en el Pisuerga. Por este hecho hoy es el Patrón de esta ciudad castellana.

Extraordinaria personalidad la de este judío español, callado con insistencia, del que se contaban fenómenos cuánticos increíbles, como su capacidad para estar gestionando asuntos en dos lugares muy distantes simultáneamente cuando no existía el telégrafo, la telefonía ni la radio, o la de amansar, con su sola presencia, la furia de un toro bravo descontrolado lo que le hace merecedor de ser patrón de los toreros. Pero sobre todo fueron decisivas su capacidad de regenerar una Orden religiosa a principios de un siglo XV en el que, al parecer, una escandalosa relajación moral, al amparo de la religión era posible y su incansable energía para asistir a los necesitados.



Por eso hoy flota ingrávida su imagen entre ángeles para nuestra contemplación y consuelo. Gente de tal materia anduvo por donde hoy nosotros, yo así lo creo. Otros posteriores poderosos y leídos apreciaron su huella y se gastaron su dinero para que quedara constancia y nuestro aviso.


lunes, 15 de mayo de 2017

Adtaporka

Que hay otros mundos, pero están en este (*) es una afirmación que se convalida constantemente. No hay más que asistir a cualquier conferencia de un arqueólogo o de un físico nuclear. Prácticamente a diario, únicamente por causa y a base del desarrollo de nuestras propias técnicas de investigación, aparecen nuevos mundos evidenciados por elementos inmediatos.

En el término de Atapuerca, Alfoz de Arlanzón, (Escrito Adtaporka en el Becerro Gótico de Cardeña, folio 21, en anotación del cinco de agosto del año 963) aparecieron restos humanos que descubrían la presencia de habitantes inteligentes en la sierra circundante, hace más de un millón de años, por lo menos.

Cráneos hallados en Atapuerca

A partir de la adecuada valoración de tal hallazgo, la comunidad científica y las instituciones aplicaron medios para profundizar en la investigación del material descubierto y por descubrir, en este yacimiento y activar todo lo posible el potencial de información que contuviera sobre aquella época ancestral.

En consecuencia, sobre donde un día estuvo el Convento Dominico de San Pablo en Burgos, se erigió a modo de museo, un gran espacio de exhibición y divulgación de todo lo relativo al yacimiento y su significado. En este centro hoy se presenta a los ojos del asombrado visitante aquel mundo remoto en el tiempo que, con la adecuada guía, puede tocarse con la mano y visitarse a escasos doce kilómetros.
En definitiva, otro mundo, pero en este.


Esta clase de edificios junto la institución dotada para su gestión, en cualquier otra ciudad de Europa e incluso del mundo, son designados con un nombre alusivo al lugar del hallazgo, a lo hallado, o a su descubridor. En este caso, sorprendentemente, no. Ha sido denominado con el nombre de una hipótesis científica: Evolución humana.




(*) (Paul Elouard)

jueves, 8 de septiembre de 2016

Another new world


A finales del siglo XV, la Corona de Castilla, con una inversión más bien moderada, descubrió para la civilización conocida, un mundo nuevo en las indias occidentales, más tarde conocidas como América. Y, al decir un mundo nuevo, se dice bien, porque como tal ha de considerarse al conjunto íntegro de un territorio con sus animales, vegetación, aguas, riquezas minerales y ,sobre todo, sus propios pobladores inteligentes, personas, por definición cristiana y escolástica, todo ello desconocido hasta entonces para el universo de sus descubridores.

El carajal que supuso este hecho  para los españoles, y para los demás naturales de los estados de la  hoy denominada  Europa, fue tamaño. Cinco siglos después, todavía estamos asimilando deficitariamente el acontecimiento.


Sin haberlo abarcado bien todavía,  quienes allí se han hecho fuertes más tarde, los USA, que ni lo digieren  ni lo dejan digerir,- américa para los americanos- , están empeñados en emular aquel hito con otro que  lo supere y empequeñezca, para los siglos, mediante la conquista del espacio supra planetario –otro nuevo mundo-y la vida de cualquier clase que en él pueda existir. Distrayendo la atención del personal a lo de aquí.


Llevan gastando en ello, desde hace ochenta años, lo que no está en los libros. Cohetes y publicidad. Literatura, cinematografía de ciencia ficción y noticias, algunas más o menos manipuladas,  destinadas a trabajarse al contribuyente, siembre engatusable, con la cosa de que es muy probable, sino cierto, que hay gente en la intemperie del universo esperando a ser descubierta, como Colón descubrió a los lucayos. Por lo tanto, ni deben escatimarse impuestos ni partidas presupuestarias, ni pedirse las cuentas del Gran Capitán.

De momento consiguieron llegar a nuestro satélite, la pálida luna. Pero allí no había nadie. Ni una rata. Ni una bacteria que llevarse al microscopio, aunque, por lo menos, constituya ciertamente un sitio en el que han conseguido poner el pie antes que un español, a diferencia del solar de su actual territorio nacional.

Por lo tanto, aun reconociendo sin duda el gran mérito de la gesta de ese equipo, la luna no colmó el objetivo de descubrir un mundo nuevo. Por lo menos en la idea que se tenía de este hecho.


En efecto, los tripulantes de las naves exorbitantes que se lanzaron a la aventura pudieron, por primera vez en la Historia, contemplar el planeta tierra, en su redondez espléndida, desde el espacio y desde la luna, experiencia de la que Colon y sus marinos obviamente no disfrutaron. Y, lo más importante, el enorme equipo y organización  humana de científicos, técnicos,  y de medios de toda clase, que sirvió de soporte necesario  a los viajes espaciales, desarrolló tecnologías inéditas y experimentó materiales, procesos y cacharros que proporcionaron avances determinantes en  la calidad de vida del planeta azul que flotaba girando a lo lejos, contribuyendo a su transformación tremenda. 

Descubrieron también, de paso, armas nuevas y formidables, que, por lo mismo, desintegraron todo concepto anterior de poder y de guerra en el ya viejo globo. 

Paradójicamente, el nuevo mundo que descubrían era realmente el mismo del que procedían, transformado por todo lo desarrollado y consecuencia de su viaje en busca de otro. Resultaba con ello clarividente la declaración del poeta Éluard, “Hay otros mundos, pero están en este”.

Pero a los poetas se les lee poco y mentes destacadas han impuesto la moderna lógica de que, a pesar de todo, este mundo nuestro, en muy pocos años, no va a ser ni suficiente ni suficientemente habitable para que los humanos quepamos y vivamos como hasta ahora, por lo cual hay que perseverar en la búsqueda de un mundo nuevo donde irnos trasladando  ordenadamente.

Inmersos, pues, en la elevación de esta nueva Torre de Babel, que nadie cree conveniente detener, ahora emprenden la búsqueda en Marte. De momento han enviado una especie de  dron  y erre que erre con las señales de vida por ahí. Tampoco allí hay nadie, ni se le espera. Por eso estos nuevos exploradores siguen aún tragando quina –dicho sea con todo cariño-con aquel hito de Castilla hace cinco siglos, no superado, por el que esta descubrió la tierra que pisan, y a sus ancestrales moradores titulares, para su católica evangelización,  gracias a lo cual hoy  ellos, probablemente, han llegado a ser alguien.

Es muy posible que la ruta más rápida para el descubrimiento del nuevo mundo no discurra por las galaxias, sino por la que conduce a la parte más pequeña de la materia y energía que tocamos a diario y de la que estamos hechos. La física de partículas, los bosones y todo ese tinglado quántico que está  revelando un mundo nuevo fascinante, pero todavía desconocido, incomprendido y misterioso, aunque también incluido en este, y además habitado por sus propios aborígenes, asimismo desconocidos: nosotros mismos. Otra vez Éluard.


                                                  Salvador Dalí. Retrato de Paul Éluard

martes, 5 de julio de 2016

Dias Luminosos de la Historia de Castilla. Monasterio de las Huelgas

Si en los siglos de Historia de España ha habido unos años cruciales, en los que cuajó la identidad de lo que hoy conocemos por la realidad política, cultural, humana y territorial de tal denominación, estos fueron los correspondientes al reinado de Castilla de Alfonso VIII.


Corona de los Camafeos. Monasterio de las Huelgas

Este rey,  que gobernó Castilla entre  1158 y 1214, descendía a la vez de Alfonso VI y de Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como Cid Campidoctor, personajes ambos que habían protagonizado un agrio encuentro en la sucesión del trono de Castilla (Ver Días oscuros de la Historia de Castilla I de este blog) y cuyas líneas venían a confluir en su persona conciliando aquel conflicto.

Le casaron con una princesa inglesa, Leonor Plantagenet, hija y hermana de reyes, uno de los cuales fue el célebre Ricardo Corazón de León.

Alfonso fue abuelo de reyes que además de tal condición también merecieron la consideración de santos, Fernando III de Castilla y León y Luis IX de Francia.

Y, por si poco fuera, resultó también creíble protagonista involuntario de una novela romántica y trágica escrita por su biznieto Alfonso X , al suponérsele tórrido idilio con una bella judía toledana, hecho que, aún  posiblemente ficticio, resultó puesto por escrito para su constancia y posteridad.

Consiguió poner de acuerdo a dos monarcas ibéricos, el gigante mocetón  Sancho VII de Navarra, que media dos metros y pico, y Pedro II de Aragón, para combatir y vencer en la batalla más decisiva, en ocho siglos de contienda contra los invasores musulmanes de la península ibérica, en las Navas de Tolosa en el verano de 2012, al formidable ejército almohade de Mohammar Al Nassir, propiciando así la recuperación total de la península por gentes de una misma base cultural y religiosa, enlazando sin solución de continuidad, en secular inercia hispana, con el proceso posterior de descubrimiento y exploración del continente americano.

Este monarca tan especial, a instancias de su esposa, que no lo debía ser menos, es quien construyó a su cargo, dotándole de los bienes y rentas suficientes para su espléndido mantenimiento y  consiguiéndole  un estatus jurídico de autonomía de poder independiente de la jerarquía eclesiástica española, dependiente directamente del Papa de Roma, el monasterio cisterciense femenino de Santa Maria la real de las Huelgas de Burgos. Así lo cuenta su contemporáneo, consejero y amigo, el Obispo Rodrigo Jiménez de Rada en su Historia de los Hechos de España:

“Con el propósito de agradar al Altísimo, construyó cerca de Burgos, a instancias de su serenísima esposa la reina Leonor, un Monasterio de Monjas de la orden del Císter, y lo embelleció con la más noble construcción y lo dotó de tal modo con copiosas rentas y diversas heredades, que las santas vírgenes consagradas a Dios, que allí entonan día y noche salmos de alabanza a Dios, no sufren ninguna penuria ni escasez, sino que rematados sin reparar en gastos los edificios, el claustro, la Iglesia y demás dependencias, se deleitan continuamente en la contemplación y las alabanzas, libres de preocupación.”


Monasterio de Santa María La Real de las Huelgas en Burgos


Tal institución superaba la histórica del Infantazgo de Covarrubias para las princesas castellanas , integrando la institución civil de poder soberano hereditario con la institución eclesial ideal para aquellos miembros femeninos de la familia real que decidiesen profesar como religiosas.

Y también como recinto idóneo de sepultura de sus restos mortales en el tránsito deseado a  una vida ulterior  al cielo de la fe cristiana.

Serían necesarias muchas páginas para sintetizar o reproducir lo que el Monasterio de las Huelgas fue y  aquí no se intentará siquiera. Hay escrito mucho y bien, únicamente es necesario consultarlo y enterarse hasta donde  uno considere bastante.

Ante los sarcófagos el Monasterio de Las Huelgas es fácil hacerse una idea de cómo concebían la muerte y la transición a la vida eterna aquellos poderosos magnates del siglo XII.

En cuanto al conjunto edificado, valen más sus imágenes que las palabras y en cuanto a su contenido también porque en sí mismo constituye mobiliario que evidencia la esperanza, y el deseo de los habitantes de aquellos años,  de pasar a otra forma de existencia cuya realidad suponían próxima o parecida  a la de  los claustros, arcadas y jardines de un monasterio-palacio como el que están. Un silencioso ámbito en el que damas santas y religiosas cuidarían de uno en amplias estancias y jardines dentro de protectores muros y elevadas bóvedas de piedra junto a frescos prados y frondosas arboledas: las Huelgas.

Sepulcro de la Infanta Berenguela


En pocos lugares puede encontrar uno mejor integrada síntesis de vocación sagrada, poder y paz espiritual que en este especial recinto.

Desde su exterior no se percibe más que un conjunto de volúmenes de piedra que, por no encontrarse en un lugar elevado, no revelan su magnificencia real.

En efecto, su emplazamiento junto a un bosque y prados de la vega del Arlanzón, le convierten en un lugar acogedor y ameno aunque no especialmente espectacular.

Pero es lo cierto que entre y junto a sus muros ocurrieron hechos espléndidos y fastos solemnes de la historia de España, coronaciones reales, bodas regias, enterramientos y ceremonias de armadura y espaldarazo de caballeros de la más alta aristocracia internacional.


Monjas del Convento de Bernardas de Vileña en la Bureba de Burgos dependiente de las Huelgas.
Este Convento se incendió y cerró en 1970.La fotografia es de 1930 en que todavia vestía con habito antiguo. 

Fueron señoras de la institución infantas y princesas como Blanca de Portugal o Ana de Austria cada una aportando a la institución magnificas dotes, buen gobierno y jugosos pasados personales.
Este recinto, desde su primera Abadesa, Doña Marisol, ha sido mucho, ha representado mucho y ha inspirado mucho y considero una suerte que siga elegante y espléndido,, sobrio y rotundo, en pie y ,sobre todo, habitado por las religiosas de la misma orden monástica inicial. Aquellas que inspiraron a García Lorca “Impresiones y Paisajes”:

“Allí estaban las monjas vestidas de blanco con los velos negros, las caritas sonrosadas y plácidas rodeadas de elegantísimo turbante. Tenían por fondo una galería y ella un Cristo atormentado. Nos miraban con mucha curiosidad y se reían de todas las cosas que decíamos…
Toda la antigua aristocracia medioeval está encerrada en los claustros, y por muchas garras fieras que despedacen a la Historia, este convento, aunque mutilado, será señorial y lo será siempre. Huele a limpieza de paño blanco y a suave humedad. El patio solitario, lleno de yerbas, con las ventanas entornadas, tiene bajo la tarde de Julio una rumorosa tranquilidad soleada y el claustro azulado en estrellas góticas en las esquinas bajo su solería, los cuerpos de las monjas que murieron.

Comenzó la visita y al conjuro de la música monjil surgió una época gloriosa de España, época de leyendas y de hechos maravillosos y desconocidos, guardada con fe y amor devoto por aquellas mujeres… y surgió Alfonso VIII y San Fernando y Doña berenguela y Sancho el Deseado… y princesas y niños y caballeros, todos colocados en sencillos sepulcros arrimados a las paredes, y surgieron leyendas de monjas infantes que murieron en olor de santidad… y apareció la batalla de las Navas y la cruz que llevaba el arzobispo Rodrigo y se llegó al coro donde está el corazón de la casa… los pasos resuenan extrañamente… allá en el fondo un calvario lleno de espanto cubre de piedad las sombras… Luego las luces que brillan ante los sagrarios y las lejanías de las bóvedas con sus ventanales rasgados… y tapices en rosa y azul claro que explican a los emperadores romanos. Todo lo que dicen las monjas de los muertos que allí tienen lo pronuncian con una verdadera unción de agradecimiento. Parece que Alfonso el de las Navas es un Santo para ellas...y enseñan tristes el vacío sepulcro de Alfonso el sabio y se maravillan ingenuamente ante la tumba de la Infanta Berenguela, que un día fatal para el Convento se la encontraron sentada en la escalera del coro.

Y nos sentaron en la silla abacial, donde la melancólica figura de la abadesa nos declamó cariñosa y consejera, y las demás monjas, siempre sonriendo, siempre sonriendo con una augusta serenidad…

Pasamos por el patio románico color oro viejo, con una fuente llena de arabescos, de sol y de flores sencillas y volvimos al gran coro, donde vimos vírgenes deliciosas con su candor casi monjil…


Después una religiosa soltó su cola para parecer un pavo real enorme, como ´la Manzana de Anís´ de Francisco James; cortamos claveles y salimos en medio de unas recomendaciones conmovedoras a la bondad…”