El Leon de Arlanza

El Leon de Arlanza
El Leon de Arlanza

domingo, 27 de octubre de 2019

Un omne de Burgos sabidor de cosas de mar


Tallada hace ocho siglos en madera de alerce, que es una especie de abeto rojizo que crece en alturas de Europa, la Virgen de los Reyes, sedente y gótica preside con majestad la Capilla Real de la Catedral de Sevilla.







Ante ella descansa, en una urna apoteósica de plata, el cuerpo incorrupto de su donatario, y después donante, que fuera Rey por entonces de Castilla y de León y por eso, de España, Don Fernando Tercero.




La talla fue regalo que había recibido este monarca Castellano de su primo Ludovico IX de Francia, hijo de tía Blanca de Castilla. Es de suponer que el nombre Virgen de los Reyes provenga de este hecho. Todo lo cual que, como pocos símbolos, esta Virgen integra la simetría religiosa y política de ambos reinos entonces, progenitores de la cultura occidental. Ambos primos, hijos de castellanas y nietos de francesa real, fueron canonizados siglos después, por la Iglesia Católica.

La llegada de francos, alemanes y lo que hoy denominamos europeos al norte de la península ibérica fue constante desde al menos el siglo IX en el que el rey de Asturias Alfonso II ordenase la construcción de un templo en el lugar de hallazgo de la sepultura de el Apóstol Santiago en Galicia.
Se sabe que desde su reino este monarca envió legaciones a Carlomagno aunque se desconozcan por ahora los motivos.
 Dos siglos después, su descendiente Alfonso VI se casó con Constanza de Borgoña en 1079, reina que atrajo a Burgos al abad de Chaise-Dieu, de Auvernia, Adelmus para la implantación del ritual romano en sustitución del mozárabe en la liturgia, tan importante y estimuladora entonces. Este fundó en Burgos el Monasterio de San Juan e intervino con tanto acierto en los asuntos de la ciudad y del reino que fue proclamado nada menos que Santo Patrón de Burgos: Un francés de Loudun.


La relación entre ambos reinos se intensificó mas aun con el advenimiento pleno de la Casa de Borgoña al casarse la hija de Constanza, Urraca I “La temeraria” con Raimundo de Borgoña.
 Lo que conllevaban estos parentescos de clase real y la institución por el Papa Calixto II del Año Santo Compostelano y sus beneficios e indulgencias hicieron que los siglos XI y XII se intensificara la venida de gentes de toda Europa al Norte peninsular.
Finalmente, Alfonso VIII, abuelo de nuestro Fernando Tercero, se casó con Leonor de Plantagenet hija de Leonor de Aquitania que aportó como dote nada menos que la Gascuña.


Por todo ello las comunidades de individuos de procedencia francesa, llamados francos, tanco como los de procedencia genovesa o catalana, fueron muy comunes y numerosas en todo el norte peninsular en los siglos XI, XII y XIII.  Eran familias de peregrinos, guerreros, comerciantes, clérigos y artesanos provenientes de Occitania, Gascuña, Génova y Cataluña que buscaban fortuna en tierras mas meridionales al amparo del Camino de Santiago, al avance de la reconquista.
Generalmente estos inmigrantes eran gente diligente e instruida con los suficientes medios como para arraigarse en busca de buenos negocios y medrar socialmente con rapidez haciéndose hueco entre las clases dirigentes al compás de la naciente burguesía mercantil.  
Con medios suficientes para costearse un caballo, armas y pertrechos necesarios, se integraron socialmente en el estatus de caballeros villanos, alcanzando puestos en los cabildos y en las organizaciones religiosas.
Tal era el caso de Remon Bonifaz que consiguió incluso ser elegido alcalde de Burgos y acceder y ser reconocido como experto “en cosas de mar” por el mismo monarca.



Fernando Tercero extendió por las armas el reino de Castilla y León por toda la península desde Murcia hasta Sevilla y para la reconquista de esta última no regateó en inversión militar llegando incluso a ordenar la construcción y aparejo de una importante flota armada, hecho sin precedentes en la historia de aquellos reinos mesetarios.
Sevilla, Sibylya, era entonces,1240, una gran urbe a orillas del Guadalquivir. Sin embargo, para el tránsito local o periférico, allende el río, nunca en la historia había sido construido un puente estable sobre las aguas, ni siquiera en los siglos de Roma con toda su sabiduría y potencia ingenieril exhibida en el resto de la península Ibérica.
Los almohades, para la comunicación de las localidades y fortalezas de la margen occidental del río, sobre todo de la de Triana, habían dispuesto un puente móvil compuesto de una sucesión de embarcaciones fuertemente unidas entre sí, y a las márgenes del río, por recio entramado de cadenas y amarras. Sobre estas, un entablado continuo, facilitaba el tránsito de personas, animales y carruajes.
Tal ingenio se encontraba donde actualmente se eleva en puente de Triana, o de Isabel II, rio arriba de la Torre del Oro.


Para Don Fernando, este cordón umbilical por el que la población del califa Abu Yaqub Yusuf recibía víveres y refuerzos desde Huelva, a donde llegaban por mar desde Ceuta y Tánger, resultaba un gran impedimento en la toma de tan importante urbe a la que había puesto cerco.

 Ante la evidencia de lo necesario de valerse de una flota armada, ordenó con tiempo suficiente la construcción y dotación de un fuerte contingente naval. Para tal empresa buscó a alguien de conocido prestigio marítimo.

 Resulto ser tal figura “Un omne de Burgos, sabidor de cosas de mar” como tal recuerda la Crónica General de la Estoria de España de Alfonso El Sabio: Remont Bonifaz.

 A pesar de lo que pueda parecer por la lectura de la Crónica, es dudoso que Remont Bonifaz hubiera nacido en Burgos, ni siquiera en el lugar de su toponímico Camargo, entonces Castilla y hoy Cantabria, como él mismo firmaba.

 Bien conocidos, como consta documentalmente, en la ciudad y alfoz de Burgos de Remont Bonifaz y sus primos Guiralt y Arnal Almerich, parece lógico pensar que las cualidades acreditadas por Bonifaz radicaran, no tanto en su cualidad de alcalde Burgos, sino en su experiencia naval como natural del puerto de Saint Gilles en la Camarga francesa, donde desemboca el Ródano, de donde partían numerosas expediciones a Tierra Santa y similitud con la situación de Sevilla y el Guadalquivir.

 Que muy posiblemente Bonifaz hubiera participado y destacado en el cerco naval y toma de Cartagena años antes por el infante Alfonso (Mas tarde Alfonso X) parece otro buen motivo de su elección para la campaña de Sevilla. En aquella ocasión dirigió la flota Roy García de Santander.

 Bonifaz ante el mandato del Rey Fernando organizó y “guisó” la flota entonces, con trece navíos y cinco galeras de remos entre los que había dos carracas de gran tonelaje que tuvieron el decisivo papel en el desenlace de este transcendente episodio de la Historia de España y de Occidente.

Bonifaz se presentó con sus barcos en la desembocadura del río frente a Sanlúcar donde, conocedores de su llegada fue recibido para impedir su acceso por una flota mora de más de treinta embarcaciones venidas de Ceuta, Túnez y del mismo Sevilla.

 Frente esta población de Sanlúcar se dio la primera batalla naval de la flota real de Castilla de la que existe constancia documentada. Los navíos de Bonifaz resultaron vencedores dejando dos barcos enemigos hundidos, uno quemado y tres capturados.


El Rey Fernando tenia un ultimo escollo para completar el cerco de la ciudad y este lo constituía el puente de barcas que la unía con la población de Triana a través del que entraban en la ciudad toda clase de vituallas y ayuda procedentes de Niebla y el Aljarafe.
Para resolver este punto ordeno el Rey a Bonifaz que hiciese lo necesario para quebrar el puente.
Bonifaz estudió el problema, mandando reforzar con robustas maderas sus dos barcos mayores: las carracas Rosa de Castro construida en Castro Urdiales y Carceña construida en la atarazana de Santander con madera de los bosques del monte de Santa María de Cayon.

Esperó que se dieran las condiciones necesarias para su embestida al puente con la marea a favor y, por su puesto, con los vientos de empopada con suficiente fuerza. Tales circunstancias se produjeron en el 3 de mayo de 1248 por lo que sin dilación y bajo una lluvia de dardos de ballesta y piedras, ambas embarcaciones embistieron el puente de barcas de Triana.
La primera el impactar fue la Rosa de Castro, capitaneada por Ruy López de Mendoza que no consiguió romper. Le siguió en la acción la Carceña, con Bonifaz al mando, produciendo tal colisión con las barcas del puente que, rompiendo cadenas y maderas pasó al otro lado, quebrando del todo la obra.

Con esta acción no se obtuvo de forma inmediata la capitulación de la plaza, siendo necesario posteriormente otras acciones contra la fortificación de Triana, pero el hecho supuso para los sitiados la certeza de que su situación era irreversible, cediendo finalmente la plaza a Don Fernando en noviembre del mismo año.
Esta acción de guerra supuso el punto de partida de la institución de una Flota Real de Castilla permanente al mando de un Almirante General con su propio estatuto militar frente a la regulación, meramente mercantil, de hechos de guerra naval anteriores.
No existe la rotunda constatación documental para ello, pero en la conciencia colectiva de España Ramon Bonifaz permanecerá en los anales como el primer Almirante de la Marina Real de Castilla.
Sus restos descansaron y hoy son de imposible ubicación en un sepulcro encargado por él mismo en el desaparecido convento de san Francisco de Burgos.

Posiblemente de origen francés Bonifaz y ciertamente de este origen quienes destruyeron esta magnífica joya en la guerra de la Independencia.
27 de Octubre 2019


domingo, 2 de septiembre de 2018

La nao San Lesmes descubre Australia


Durante los siete años que duró el deterioro cognitivo de mi madre, prácticamente casi todos los domingos la acompañé a la Misa de una, en la que fue nuestra Parroquia de San Lesmes.

                                          Iglesia de San Lesmes (Burgos)

Solíamos situarnos en el lado del Evangelio junto al púlpito que en los días soleados se ilumina a esa hora con el haz de luz proveniente del ventanal ojival de la derecha.

El púlpito es una espléndida pieza de piedra blanca de Hontoria en forma de enorme copa, decorada con la efigie renacentista de una hermosa Virgen con el Niño flanqueados con las de los dos San Juanes, Bautista y Evangelista- La iglesia actual se edificó sobre una antigua Capilla Extramuros de Burgos dedicada a San Juan Evangelista-. También aparecen en el magnífico relieve un escudo conteniendo el compás y la escuadra, quizá por ser símbolos gremiales masónicos del autor.

                                                   Púlpito de la Iglesia de San Lesmes

Quien fuera éste aún hoy no se encuentra identificado, pudiendo tratarse de Felipe Vigarni o de Juan de Salas. La contemplación de la belleza de la pieza, en todo caso producía en mí un extraño efecto benéfico y de consuelo.

Mi madre, a pesar de su dolencia, seguía con precisión inusitada el ritual de la Misa, recitando oraciones y cantos, haciendo con esta actitud, olvidar su triste pérdida de memoria.

A nuestra izquierda, entre la penumbra de la nave lateral, desapercibidos casi de la vista, se siente la presencia de Don Cristóbal de Haro y su esposa Doña Catalina de Ayala que llevan casi quinientos años rezando por su salvación eterna, inmortales en piadosa y pétrea efigie que les presenta arrodillados y con las manos juntas sobre el pecho.

                                  Estatuas Sepulcro de los Haro en la Iglesia de San Lesmes

A principios del siglo XVI los Haro fueron una de las familias de comerciantes más poderosas de Burgos y del Imperio español.

Provenientes de la Rioja, como en su nombre indica, posiblemente de origen judeoconverso, acumularon su fortuna invirtiendo arriesgadamente en empresas ultramarinas que comerciaban con toda clase de mercaderías en un principio al servicio de la corona portuguesa y posteriormente vueltos a Castilla.

Familia tentacular con su epicentro en Burgos, por su condición esta, entonces, de Centro de Contratación de primer orden, tenía ramas familiares activas en Amberes, Sevilla, La Coruña y Lisboa.

Inicialmente Cristóbal de Haro, que no era rico por casualidad, radicado en Lisboa, financió en 1511 para el Rey de Portugal, una expedición secreta que, buscando el paso occidental al pacífico sin éxito, descubrió el Rio de la Plata. La expedición debía ser ocultada por contraria al Tratado de Tordesillas que reservaba dicha ruta a la Corona de Castilla.

Desencantado con Juan II de Portugal y vuelto a España, desde 1517 colaboró estrechamente con Carlos I, en compañía de otras potentes familias, en la financiación de sus empresas ultramarinas y otros servicios de información y espionaje, siendo la más célebre de aquellas, por heroica, la promoción del viaje de Magallanes en busca de un paso transoceánico al sur del continente americano que permitiera el acceso a las islas de las especias. Eran estas, mercancía del máximo aprecio y rentabilidad entonces, acción presuntamente acorde con aquel Tratado de reparto de los territorios.

Esta odisea de Magallanes-Elcano, que implicó el primer viaje de circunvalación del globo culminado en 1522, constituyendo tan descomunal hito de la Historia de la navegación y universal, cambió la concepción del mundo.

A pesar de que únicamente 18 de los 250 expedicionarios regresaron en una única nave, La Victoria, de las cinco que componían la armada, el cargamento de clavo de olor y pimienta que lograron traer hasta Sevilla proporcionó réditos suficientes para compensar la inversión en las cinco naves y dejar a sus inversores, especialmente a Cristóbal de Haro un sustancioso beneficio.

En todo caso Cristóbal de Haro, mente fría de apostador, por si la expedición de Magallanes no hubiera regresado o hubiera vuelto de vacío, había financiado otra escuadra alternativa, atravesando el Istmo de Nicaragua para, desde la costa del Pacífico alcanzar el mismo objetivo.

El descubrimiento de las llamadas Islas Molucas o de las especias, -actual Indonesia- generó una fuerte disputa entre España y Portugal por no quedar claro, si conforme al Tratado de Tordesillas se encontraban estas dentro de los territorios correspondientes a Castilla.

Las sucesivas negociaciones entre ambas naciones no dieron resultado amistoso por lo que Carlos I decidió enviar una nueva flota armada al mando del Comendador de Bárbales y Caballero de la Orden de San Juan, Fray García Jofre de Loaysa. Este noble manchego venía avalado por ser remoto descendiente del célebre cruzado Godofredo de Bouillon y sobrino del propio confesor del monarca. Su misión era llegar a las Molucas por el paso descubierto por Magallanes a través del Pacífico Sur, tomar posesión en nombre del Emperador, establecer su colonización y defenderla por las armas.

                                          Flota de la Expedición de Jofre de Loaysa

En consecuencia, la flota dispuesta para tal fin reunía una considerable entidad marinera, en número de navíos de buen tonelaje, y numerosa gente de guerra.

Cristóbal de Haro participó también en el soporte financiero de esta nueva misión junto a los poderosos Fugger y, como es natural, el propio Emperador Carlos. Esta flota que contaba entre sus expedicionarios con Juan Sebastián Elcano, estaba dotada de seis naves, la Santa María de la Victoria, nave capitana, la Sancti Spiritus, la Anunciada, la San Gabriel, la Santa María del Parral, la San Lesmes y el patache Santiago. En ellas embarcaron 450 hombres, casi todos de guerra, y en número cercano al doble que en la expedición de Magallanes. Zarparon antes del amanecer el 24 de julio de 1525 del puerto de la Coruña.

 Entre las naos que la componían, la San Lesmes, de 96 toneladas cuyo capitán era Francisco de Hoces proclamaría en la mar océana, con su denominación, su encomienda al Santo Patrón de Burgos y a la Parroquia de los Haro.

Durante la Misa, miro de reojo a Cristóbal de Haro que, en su sereno semblante parece rogar por la San Lesmes mientras imagina los cabeceos de su casco entre las tremendas olas del Cabo de Hornos. Parece saber bien, por oído tantas veces, lo incierto y penoso de la travesía.

De las siete naves únicamente cuatro llegaron al Paso de Magallanes el 14 de enero de 1526, las otras tres se habían quedado encalladas en el estuario del río Gállego que habían confundido con el estrecho, logrando posteriormente liberarse y regresar a España dos de ellas habiendo naufragado la tercera.

El 24 de enero Loaysa logró entrar en el canal con tres de las naves, pero la cuarta, la San Lesmes, impulsada por los fortísimos vientos, salió del estrecho y se vio obligada a circunvalar la tierra de Fuego hasta llegar a la latitud 55 º Sur, por el “acabamiento de la tierra “, como relatarían al reencontrarse días después.


La San Lesmes había descubierto el paso del Atlántico al pacífico Sur por el extremo del Continente Americano, llamado desde entonces “Mar de Hoces”, un nuevo pasaje al Pacífico sur, alrededor del cabo de Hornos, que más tarde se denominaría pasaje de Drake por el célebre corsario que medio siglo después realizó igual recorrido.

Cuatro naves culminaron el paso del estrecho al Pacífico el 26 de mayo de 1526 pero de las cuatro únicamente la capitana Santa María de la Victoria, a pesar de lo desastroso de su estado, consiguió llega a su destino, aunque en el trayecto falleció el general de la Armada Loaysa.

El patache Santiago en el que embarco Francisco de Hoces no siendo autosuficiente para el transporte de víveres necesarios para su cuarenta ocupantes decidió renunciar a atravesar el pacífico y navegó hasta Nueva España (México) donde finalmente fondeó en Tehuantepec dos meses después (Hoy Salina Cruz en Oaxaca)

La Santa María del Parral consiguió atravesar el Pacífico y llegar a las Célebes cerca de las Molucas, pero su tripulación se amotinó asesinando a su capitán Jorge Manrique de Nájera, a su hermano y al tesorero y finalmente la nao embarrancó cerca de Sanguín donde los indígenas atacaron a la tripulación, asesinando a muchos y esclavizando al resto.

Y, finalmente la San Lesmes, capitaneada por Diego Alonso de Solís que había embarcado como tesorero general de la nave capitana y tenido que sustituir a Hoces por enfermedad de este, desapareció en una tremenda tormenta el 1 de junio de 1526.

A partir de aquí todo son hipótesis con esta nave perdida pero la más fundada- y aquí no se expondrán los argumentos- es la de los historiadores François y Roger Hervé de la Biblioteca Nacional de París.

Según estos científicos, fuera de todo rumbo controlable, la San Lesmes continuó navegando el Pacífico Sur, llegando a avistar la actual Nueva Zelanda y llegando finalmente al estuario hoy denominado de Warnambool en el sur de Australia, en el lugar hoy denominado Mahogany ship, donde la nave naufragó, consiguiendo con ello ser los primeros europeos que descubrieron Australia.

La tripulación entonces, según los mismos autores, de dividió y, parte por tierra y parte construyendo y tripulando otra nave al mando de Solís, se dirigieron por la costa Este de Australia hacia el norte, hasta Cabo York. A partir de allí fueron hechos prisioneros y asesinados por los portugueses que se apoderaron de toda la cartografía de la costa australiana levantada por los españoles que más tarde apareció como Carta del Delfín y en la cartografía de la Escuela de Dieppe.
                                             Carta del Delfín

Mi madre falleció en septiembre de 2013, por diversas circunstancias, en Madrid y no encontré fecha en el calendario de la Iglesia de San Lesmes para celebrar allí un funeral como hubiera querido. - La encontré en la Iglesia de San Nicolás, junto a la Catedral, donde también la acompañé a oír la Misa dominical algunas veces- por eso no he vuelto a despedirme de Don Cristóbal como hubiera debido.
Supongo que a estas alturas tanto francisco de Hoces como Alonso Solís o el mismísimo Loaysa ya le habrán contado lo que ocurrió en realidad con la singladura de la Nao san Lesmes y que mientras, si deseo enterarme yo también, tendré que dedicarle el tiempo necesario. Prometo hacerlo.


lunes, 15 de enero de 2018

Alonso de Cartagena, filósofo de la Historia de España


Alonso mira serenamente el centro del octógono que forma la cúpula de la Capilla donde un medallón recuerda, entre flores de lis,  la escena bíblica de sus parientes lejanas, María, la Virgen, visitando a su prima Isabel.

Se muestra revestido con la pompa propia de la dignidad eclesiástica como Obispo de Burgos, que hace quinientos años equivalía a máxima dignidad cultural y autoridad de conocimiento.
Estamos en la Catedral de Burgos, concretamente en la Capilla de la Visitación.

La figura yacente de alabastro veteado que descansa sobre una cama labrada en piedra es la de uno de los grandes hombres que hicieron España: Alonso de Cartagena.


Alonso nació en Burgos en 1384, hijo del rabino  Selemoh-Ha Leví, al que más tarde se conocería por “El Burgense”. Estamos pues ante un burgalés hijo de burgalés, y de los buenos, padre e hijo.

“El Burgense” , su padre, había sido rabino mayor de una de las juderías más importantes de España en el siglo XIV, la de Burgos. Tras las persecuciones terribles padecidas en ese siglo, Selemoh se convirtió al cristianismo, persuadido por Vicente Ferrer. Según el Padre Flórez, recibió el bautismo el día 21 de julio de 1390, a los cuarenta años de edad, de manos del abad de Covarrubias Don Garci Alonso, pasando a adoptar el nombre de Pablo de Santamaría y tomando las armas del blasón de su familia, propio del que se decía descender de la Casa de la Virgen y así tiene un Lirio o Azucena (Flor de Lis) de plata sobre campo verde.

Se convirtió él y todos sus hijos, aunque no su esposa y, a partir de su conversión, su involucración en la Iglesia y las instituciones fue intensa, sincera y brillante, tanto que, entre las muchas dignidades acumuladas en su persona, fue preceptor de Juan II y Canciller Mayor de Castilla además de Obispo de Cartagena y después de Burgos.

Alonso fue su segundo hijo y fue educado en la religión católica desde su infancia, estudió leyes en Salamanca resultando un excelente jurista, además de Filósofo, historiador y político.
Juan II le envió al Concilio de Basilea donde , en el proceso de postular la defensa del Reino de Castilla frente a Inglaterra, en su confrontación protocolaria sobre preeminencia  en dignidad e importancia, resultó vencedor brillante del litigio por su calidad retórica y la contundencia de fundamentos históricos. Con el inventario de estos dejó constancia, recuerdo, recopilación y descripción de los méritos del Reino de Castilla, ante el mundo allí reunido, plasmando el retrato de un Reino difícilmente superable en grandeza de hechos.

De Basilea volvió a Burgos acompañado de un excepcional maestro de obras llamado Juan de Colonia, artífice posterior de las universalmente conocidas agujas de la Catedral.
Escribió un buen número de obras y tratados de carácter religioso pero también de carácter jurídico, filosófico, histórico y político, como las “Allegationes super conquista insularum Canariae” en defensa de la legitimad de España sobre el dominio del archipiélago.

Sus contemporáneos se deshacen en elogios sobre su figura describiéndole como personalidad admirable y de inteligencia y conocimientos sin posible comparación entre los de su época.
Pulgar le describe en “Los Claros Varones de España” como “hombre de buen cuerpo e bien compuesto en la proporción de sus miembros” de excelente pulcritud en sus costumbres, vestimenta y hábitos alimentarios, tanto es así que- según Flórez- el Papa tenía en tan alta consideración a Don Alonso que en cierta ocasión se le oyó decir. “Por cierto que, si el Obispo Don Alonso de Burgos en nuestra Corte viene, con gran vergüenza nos asentaremos en la silla de San Pedro.”

Actualmente se le empieza a reconocer su egregia figura de primer humanista, y Filósofo de la Historia de España y adelantado en su tiempo. Elena Ronzón, filóloga de la Universidad de Oviedo tiene una muy documentada exposición sobre este burgalés universal en youtube.

Don Alonso dispuso generosamente de sus bienes favoreciendo la edificación del Convento de San Pablo de Burgos, numerosos aportes a la Catedral, en concreto la capilla de la Visitación, en la que dispuso se instalara su propio sepulcro con los caracteres que hoy lo vemos “ Quiero ser sepultado a la manera de otros pontífices con ornamentos  pontificales blancos  de lino, porque si bien mi persona es indigna, pero la dignidad pontifical que tengo sin merecimiento es digna y exige esto razonablemente” … nos explica en su testamento.


Murió en 1456 a los 72 años de edad, en Villasandino, cuando ya casi llegaba a Burgos de regreso de peregrinación a Santiago de Compostela, Sede en la que había sido Deán con anterioridad.

miércoles, 3 de enero de 2018

Una magnífica reja


La reja que separa el gran coro de las monjas de la Nave central en la Iglesia del Monasterio de las Huelgas, de la Capilla de San Juan Bautista, es pieza única, de pretensión artística impresionante, dorada y testimonial, pero reja al fin.


Reja entre el Coro y Capilla de San Juan Bautista . Las Huelgas

Realizada en madera policromada, en ella miran hacia la cabecera del templo las efigies del fundador Alfonso VIII, su esposa Leonor de Inglaterrra y la hija de ambos Berenguela de Castilla, columna vertebral, eje y clave de la unidad del Reino después. 

En la parte de poniente de la obra, la cliente de este elemento singular , ordenó los retratos- estos ya más parecidos a los retratados- de sus egregios familiares de la casa de Austria, su abuelo Carlos I de España, su tío Felipe II y su propio padre, hijo natural del primero y por lo tanto hermanastro del segundo, Juan de Austria, héroe de Lepanto. Todos ellos mirando de frente a su propio sepulcro situado en el centro de la capilla.

Con tal grupo humano, la reja integra el lustre máximo de Reyes y Emperadores del Imperio en el que, por vez primera en la historia conocida, no se ponía el sol y expresa el subconsciente- o no-  mensaje de la abadesa que encargó, diseñó y sufragó tal obra de relación a perpetuidad de una dinastía con un instrumento de encierro: una reja magnífica.

Porque lo cierto es que Doña Ana, con esta obra, unía para siempre, en imagen, la de su tío Felipe II a un elemento arquitectónico que simboliza entre otras cosas, la limitación de la libertad. También la de su propio padre y la de los ancestros próximos y remotos de la familia real a la que ella no había elegido pertenecer y mucho menos en calidad de hija bastarda de un hijo bastardo.

María Ana había nacido en el Palacio de Pastrana, fruto de la relación entre Juan de Austria y María de Mendoza, dama de compañía de su hermana Juana de Austria. Por ello su nacimiento se mantuvo en secreto y, para que también su propia existencia lo fuera, fue ingresada en el Convento de Agustinas de Madrigal de las Altas Torres, a la temprana edad de seis años, para ser educada y recluida como religiosa, sin constancia previa de su vocación.

Los avatares del destino hicieron que en la misma localidad de Madrigal coincidieran por aquellas fechas de 1594, en las que Ana ya había cumplido profesión y votos, dos personajes relacionados entre si que la involucraron en un proceso que a punto estuvo de acabar con sus días.

En este año era Vicario del Convento de Nuestra Señora de Gracia de Madrigal, Fray Miguel de los Santos, agustino portugués que había sido confesor del Rey Don Sebastián de Portugal, fallecido supuestamente en Marruecos, en 1578 durante la batalla de Alcazarquivir.

Don Sebastian I de Portugal

Al fallecimiento de este monarca fue proclamado sucesor su tío Enrique quien, para posibilitar la continuidad dinástica había pedido al Papa ser liberado de sus votos eclesiásticos, dada su condición de Cardenal, pretensión que no le fue concedida.

Se abrió con ello, a su fallecimiento, una lucha dinástica entre su sobrino Antonio y Felipe II, este como legítimo heredero de la secular política matrimonial mantenida desde los Reyes Católicos con la corona portuguesa.

Antonio fue derrotado en la batalla de Alcántara en agosto de 1580 por el Duque de Alba, quedando con ello Felipe II como único titular legítimo del reino.

Entre los partidarios del derrotado Don Antonio se encontraba Fray Miguel de los Santos, por lo que tras el confinamiento de aquel en Crato, el fraile fue exiliado a Madrigal como Vicario del Convento en el que había prometido sus votos Doña María Ana.

Lo que sucedió puede hoy parecer producto de una ficción literaria, pero en aquellos días ocurrió realmente y ha quedado de todo ello una abundante prueba documental: este religioso creyó ver una oportunidad de recuperar la corona portuguesa para un monarca portugués en la persona de Gabriel de Espinosa, cuya identidad real continúa, incluso hoy día, poco clara.

Mientras algunos le consideran natural de Madrigal, parece ser Toledo el lugar más probable de su nacimiento por el documento más antiguo que se conserva sobre su persona, que refiere un título de pastelero expedido en dicha ciudad.

A este pastelero – en el sentido del término en aquella época como cocinero especializado en la elaboración de pasteles de carne- Fray Miguel lo tenía por el mismísimo Rey Don Sebastián de Portugal que, en realidad – en su suposición- no había fallecido en la nefasta batalla africana, sino que continuaba viviendo de incógnito, por distintas causas y maniobraba para volver y ser aclamado por el pueblo que tanto le añoraba.

Es lo más probable que Espinosa fuera huérfano o, en otra hipótesis, hijo bastardo de Don Juan Manuel de Portugal, padre del Rey Don Sebastián, y una madrigaleña llamada María Pérez o María Espinosa, doncella de los marqueses de Castañeda o de la Infanta Juana, esposa del Príncipe Juan, resultando por ello ser hermanastro del Rey Sebastián.

En 1594 había llegado Gabriel a Madrigal tras un largo periplo ejerciendo su oficio de pastelero, acompañado de una mujer, Isabel Cid y de una hija de dos años. En su entorno resultaba extraño que un simple artesano dominara varios idiomas como el francés o el alemán, como era el caso, así como que tuviese destreza en artes de equitación y muy buenas formas sociales. La explicación de estas habilidades pudiera deberse a haber ejercido en la milicia del capitán Pedro Bermúdez a la que siguió en campaña ejerciendo su oficio.

Estancia del Convento de Religiosas Agustinas de Madrigal de las Altas Torres (Avila)

Estas destrezas personales, el hecho de ser pelirrojo y su gran parecido físico con el rey Don Sebastián, pudieron contribuir a dar consistencia al plan de hacerse pasar por aquel monarca que reaparecía e iniciar una alambicada trama entre el fraile y el pastelero que implicó a la aristocrática religiosa en su ingenuidad y ansiedad de liberación del claustro.

Fray Miguel se las ingenió para poner en contacto a Gabriel con Doña María Ana, quien acepto participar plenamente, bien creyendo realmente en la reaparición de su primo Sebastián o únicamente viendo en ello una oportunidad de evitar el Convento. Poco después ambos se prometían en matrimonio, condicionado por parte de ella a conseguir la dispensa de su voto por el Papa, merced que esperaría obtener ante el hecho de ser su futuro marido rey de Portugal.

En la trama comenzaron también a participar secretamente nobles portugueses que visitaban discretamente el convento preparando el camino.

Gabriel procedió con bastante falta de prudencia en las gestiones para conseguir fondos con los que financiar la conspiración y fue detenido en Valladolid donde le requisaron joyas y cartas que resultaron ser de Doña María Ana y de Fray Miguel, cartas cuyo contenido evidenciaba la trama y de las que no pudo dar explicación satisfactoria con el resultado de que todo ello fue considerado motivo suficiente para instruir un juicio por alta traición contra los implicados.

Fueron Gabriel y Fray Miguel reiteradamente interrogados, incluso bajo tormento, y finalmente acusados de crimen de lesa majestad. Todo el proceso fue tutelado personalmente por el propio Felipe II y a lo largo del mismo no se logró una confesión clara del principal acusado, quien poco dijo de su vida y andanzas, revelando únicamente que su verdadero nombre no era por el que se le conocía, sino que lo usaba por ser el que aparecía en su título de pastelero. Su ambiguo comportamiento fue desde una pronta confesión de suplantación hasta la negación de la misma.

Finalmente, el uno de agosto de 1595, se sentenció la culpabilidad de Gabriel Espinosa condenándole a morir en la horca. Las crónicas de la ejecución contribuyen a perpetuar las incógnitas: el orgullo de su mirada, la tranquilidad ajustándose la soga al cuello y la cólera con la que citó a D. Rodrigo, la autoridad que lo detuvo, ante el Tribunal de Dios. 

Con los rigores propios de los ajusticiamientos ejemplares previstos para los máximos crímenes de la época, tras el ahorcamiento, el cadáver fue decapitado y descuartizado exponiéndose sus despojos al pueblo en cada una de las cuatro puertas de la muralla, y la cabeza en la fachada del Ayuntamiento de la Villa de Madrigal.

Fray Miguel de los Santos también fue condenado a la máxima pena, despojado de sus atributos eclesiásticos, fue paseado en un asno en la forma degradante de los autos de fe por la hoy conocida aún como Calle del Sombrerete, en alusión a este aditamento que se imponía al reo siendo finalmente ahorcado en la Plaza Mayor de Madrid.

Tampoco el agustino dejo de contribuir a la continuidad del misterio, afirmando al pie de la horca que había creído firmemente que el pastelero era el rey ya que él había conocido personalmente a Don Sebastián. Una vez ahorcado su cadáver también fue decapitado y su cabeza enviada a Madrigal.

Tampoco tvo piedad Felipe II con su sobrina. A pesar de ser más víctima de la trama, que culpable de ella, fue encerrada en estricta clausura en el Convento de Nuestra Señora de Gracia de Ávila, donde permaneció más de cuatro años privada de todos sus privilegios. Una vez que en 1598 falleció el rey Felipe, su sucesor y por lo tanto primo de ella, Felipe III, la perdonó, retornando al Convento de Madrigal donde terminó siendo Priora.

En el Archivo Nacional de Simancas se conserva el expediente del proceso del “Pastelero de Madrigal”, que fue declarado materia reservada y Secreto de Estado por el Duque de Lerma el 23 de septiembre de 1615, con lo que no pudo ser investigado hasta que, a mediados del siglo XIX, se levantó el secreto procesal.

Finalmente, en 1611 Doña Ana de Austria en una oportuna ocasión de conflictividad en la regencia del Monasterio de las Huelgas, fue elegida Abadesa perpetua como figura digna de solución del conflicto y ejerció dicho cargo, con un reconocido acierto hasta 1629.

Doña Maria Ana de Austria con Hábito y Báculo de Abadesa de Las Huelgas

Su llegada resulto beneficiosa para la buena administración del monasterio y su figura fue respetada y querida por sus súbditos, dejando numerosos vestigios de su mandato.

Entre ellos todo los elementos y retablo de la Capilla de San Juan Bautista al fondo de la nave central de la Iglesia del Monasterio, bajo las armas de la Casa de Austria, un conjunto de pinturas y elaboradas tallas de la Inmaculada y de los Santos Benito y Bernardo y los coros de madera lisa destinados a las Hermanas Conversas.

Y frente a la espléndida reja con las figuras de sus ancestros, en el centro del espacio, la losa sepulcral de la abadesa Ana de Austria bajo la cual no se encuentran sus restos.

Sepultura de Doña Maria Ana de Austria. Las Huelgas.

Por nobles motivos arqueológicos cuyos resultados pueden contemplarse  en el Museo del Convento, las sepulturas de todo el lugar han sido removidas y estudiadas. Sin embargo, cuando se abrió el ataúd con la inscripción de su identidad y la fecha de su fallecimiento (¿1640?) escrita en extraña grafía,” Falleció el 28 de noviembre de MDC XXLX”, este se encontraba vacío, ignorándose hasta hoy donde pueda encontrarse su contenido, si es que alguna vez lo tuvo.

 Parece como si la reclusión que practicó en vida y que la reja simboliza, hubiera dejado de ser efectiva en un momento determinado, no por el fin de sus días, sino por su sola voluntad.


 Coro de las Monjas en la Nave Central y la reja de Doña Maria Ana de Austria al fondo.







martes, 26 de septiembre de 2017

Domingo Manso de Zúñiga (Santo): Un soñador entre la Rioja y la Ribera del Duero.


                                           Silos, entrada a la Sala Capitular

Cuenta el Padre Flórez en su España Sagrada (1772), citando al Monje Grimaldo, en el relato de la Vida y Milagros de Santo Domingo de Silos que

“En Cisneros salió María de su casa para la plaza, buena y sana: pero de repente se puso tullida de pies y manos, con la boca torcida, pero dando grandes confusas voces, sin que nadie acertase remediarla en un estado casi cadavérico. Ofrecioseles llevarla en un féretro al Abad de Silos, por la fama de su virtud, y en efecto la pusieron a sus pies medio muerta. El santo compadecido de la enferma y movido de la fe de los paysanos (sic), oró a Dios: pidió que le tragesen (sic) un poco de vino: bendijole por su mano: aplicóle a los labios de la enferma : y lo mismo fue gustarle, que levantarse repentinamente buena, glorificando a Dios , y al que la alcanzó la salud.”

Probablemente ese vino milagroso era procedente del viñedo de Quintana del Pidio, proveedor permanente del Monasterio de Silos como bien es sabido documentalmente.(*)

Y si el vino era de la Ribera del Duero, el Abad era riojano, del pueblo de Cañas, que entonces pertenecía al reino de Navarra. Nacido exactamente en el año 1000, un millenial auténtico, en el seno de una buena familia, segundona de un rico linaje, Los Manso de Stuñiga cuya rama noble habitaba un suntuoso palacio en la contigua Canillas.

Domingo Manso, que era bajito, desde niño estaba ungido con un espíritu religioso, especialmente hondo y caritativo. Sus padres no dudaron en permitirle formarse para la vida clerical a pesar de lo convulso de la época y la proximidad de la amenaza permanente del Califato de Córdoba. No hacía mucho que en una aceifa habían degollado a más de un centenar de frailes en el vecino convento de san Pedro de Cardeña.

   Santo Domingo de Silos. Museo del Prado.

A los cuarenta años alcanzó un gran prestigio y autoridad personal, como Prior del Monasterio de san Millán de Suso, propiedad de los monarcas navarros con sede en la vecina Nájera. Un incidente serio con el rey Don García de Nájera, a quien, plantó cara evitando un real expolio de los bienes del convento intentado por parte de este, le supuso su expulsión del reino además de la amenaza de males mayores.

En su exilio forzoso se dirigió a la Corte de Castilla en Burgos donde fue calurosamente recibido, ante el conocimiento de su fama de clérigo piadoso, buen gestor de la Iglesia y su plante ante tan importante figura.

El monarca castellano, Fernando I, hermano de Don García, estimando sus posibilidades de éxito, le ofreció la misión de revitalizar el Monasterio de San Sebastián de Silos (Silo, En eusquera agujero, depósito de grano), al otro lado de la Sierra de la Demanda, prácticamente en la frontera con el Califato.

 Vista general de santo Domingo de Silos.

El valle del Tabladillo en el que se encontraba el convento es un, relativamente pequeño pero bien dispuesto, territorio recorrido por muchos pequeños ríos como el Ura (Ura en eusquera corriente de agua) que en tiempos de los Romanos debió ser villa agrícola y posteriormente asentamiento en torno a un convento visigótico fundado por el Rey Recaredo.

         Cabeza romana (S.IV) hallada en Silos        
                  
En el año 1040, ante lo incierto de la proximidad del enemigo y una patente relajación religiosa, el lugar languidecía en espiral de debilidad que ponía en riesgo todo el fértil y prometedor contorno. El prestigio demostrado por Domingo podría liderar un cambio de esta situación.
Y así fue.

Y según nos cuenta en monje Grimaldo y después Gonzalo de Berceo, allí es donde Domingo empezó a soñar, sueños premonitorios en los que ángeles le ofrecían coronas otorgadas directamente por Dios como premio sobrenatural por su buena labor en el progreso de la Iglesia y en promesa condicionada a el renacimiento de cenobio de Silos. Por eso en su sepulcro su imagen abacial, sobre tres leones, aparece con corona en vez de tiara.


                Monasterio de Santo Domingo de Silos . Sepulcro de santo Domingo.

Domingo, además de dirigir la edificación de la maravilla en piedra que hoy puede admirarse en el claustro románico, debió dedicarse intensamente a una labor social esencial en aquel momento: la redención de cautivos. Para el enemigo musulmán los cautivos tenían un interés económico mucho más importante que el acabamiento, porque no se escatimaba en rescates ante una demografía como la de aquel tiempo en el que la corta esperanza de vida hacia esta y por ende la de los cristianos, especialmente valiosa.

           Vida y Milagro del Moro de Santo Domingo de Silos .Museo de Bellas Artes Bilbao

No tratan estas líneas de reiterar otra hagiografía de este Santo tan castellano, patrono de las parturientas, (Ver en este blog Días luminosos de la Historia de Castilla II. Las leyes de Burgos de 1512) sino únicamente de aportar un recuerdo cariñoso, aunque lego, al ingente volumen de artículos históricos y divulgativos producidos en torno de tan fantástica figura.
(*) Realmente hasta Alfonso VIII (s.XIII) no se incorpora Quintana del Pidio a la Abadía de Silos.

martes, 12 de septiembre de 2017

La Señora de las Huelgas Doña Blanca de Portugal




Como un cuadro cubista de volúmenes grises y ángulos imposibles, desde la explanada del Compás de afuera, se aprecia el contundente conjunto monumental de la iglesia del Monasterio de las Huelgas en todo su esplendor de piedra.

He venido hoy a observar de cerca el elegante y sobrio sepulcro de Doña Blanca de Portugal, entrelazado de los símbolos de los reinos de Castilla y Portugal, que descansa sobre el lomo de dos leones tumbados en el primer término derecho de la nave central.

Descansa en tan preferente lugar porque Doña Blanca de Portugal, Infantissa Donna Blanca, serenissimi Regis Portugaliae filia, fue Señora del monasterio entre dos siglos, XIII y XIV, resultando, en la tradición de este singular sitio, “la Señora de las Huelgas” por antonomasia. Monja y Señora, aunque no abadesa del convento. Su biografía merece ser recordada con el debido cuidado y el especial interés histórico que su rastro mortal nos cuenta.


Hija y nieta de reyes, esta infanta de sangre recia castellana, nació en Santarem en 1256. Fueron sus padres el Rey Alfonso III de Portugal y la reina consorte Beatriz de Castilla. Beatriz era hija natural de Alfonso X de Castilla, El Sabio.

Alfonso X, antes de su casamiento con Violante de Aragón, ya había tenido más de un lance de juventud el último de los cuales fue con una dama noble castellana, Doña Mayor Guillén de Guzmán con la que, en 1242, a los 21 años, tuvo a Beatriz, mas tarde reina consorte de Portugal y madre de nuestra Doña Blanca. Doña Mayor pertenecía a vieja familia originaria de León, los Guzmán, siendo el abuelo de Doña Mayor, Don Pedro Dominguez de Guzman, mayordomo mayor de Alfonso VIII, bisabuelo de Alfonso X, que murió en la batalla de Alarcos.

Alfonso, consciente de su lógico afecto por su amante y su descendencia bastarda, Beatriz  y  mas tarde, Dª Blanca de Portugal, proyectó un Infantado o Señorío dotacional para la adecuada dignificación de tal familia paralela y a modo de los Infantados ancestrales de los Reyes Castellanos.

Historiadores recientes denominan esta familia como dinastía femenina de las Guzman alfonsinas y ofrecen datos que mueven a la reflexión sobre el significativo papel de la mujer en la edad media.

Dada la tenencia previa de posesiones en la Alcarria por la familia de Doña Mayor, el monarca instituyó y dotó en ese ámbito geográfico el citado señorío patrimonial separando Cifuentes, Alcocer y otros lugares de sus respectivos alfoces para su cesión a tal señorío. Abuela, madre e hija fueron señoras de este pequeño estado independiente.

Cuando Teresa Dominguez ,”La Gallega” ,criada que fue de Doña Mayor y mas tarde también de Beatriz y Blanca, hizo testamento en 1291 en favor del convento de santa Clara de Alcocer hizo deditio de sí misma y de todo un conjunto de bienes (casas, viñas, huertas, cubas) que representaban aquellos recibidos en agradecimiento de sus señoras y sin duda fueron disfrutados por ellas en vida.

De los primeros 36 años de vida de Doña Blanca no se tienen muchas noticias. Yendo y viendo junto a su madre, de Portugal a Castilla, a pesar de ser reina e infanta portuguesas,   bien, para acompañar y asistir a Don Alfonso o intentando conciliar a los hermanos e infantes  en sus continuas disputas.

Blanca, según nos cuenta el cronista del reinado de Alfonso XI de Castilla, tuvo un hijo natural con un caballero llamado Pero Nuñez Carpentero y este hijo, con los años, devino Gran maestre de la Orden de Calatrava con el nombre de Juan Nuñez de Prado.  Este caballero ,desde este cargo, prestó grandes servicios a su pariente Alfonso XI, siendo finalmente ejecutado en el castillo de Maqueda por el último monarca de la Casa de Borgoña , Pedro I.

Por lo tanto Doña Blanca tenía un pasado en el mundo cuando ingresó en las Huelgas a los 36 años, paso este dado solemnemente, a sugerencia testamentaria de su tío, que tenia  casi su misma edad, el Rey Sancho, “para sosegar su hacienda y vida en orden”. El ingreso en este recinto para miembros de la familia real lo era tanto para la vida terrena como para la eterna, dado que, en tal carácter de morada y panteón real, fue concebido y fundado por Alfonso VIII el de la Navas.

En deferencia a su real persona, la bendición abacial que el Obispo de la Sede de Burgos, Don Fernando, hacia normalmente en la Catedral, se llevó a cabo en el propio Convento.

Doña Blanca aportaba el ajuar de extensísimas y valiosas posesiones al ya de por sí, poderoso cenobio: Las villas de Cifuentes, Alcocer, Viana, Añazón, Palazuelos, Santiago de la Puebla, las Salinas de Poza y Añana… y Briviesca, la principal población de la Bureba.

Con ello, el Monasterio, ya propietario de las Salinas de Rosío se convertía en una gran potencia salinera del reino.

El siglo XIII, aunque de costumbres un tanto libres, transcurría como periodo pródigo en el desarrollo de la cultura y las artes en general. El estilo gótico comenzaba a destacarse en la silueta de las principales construcciones produciendo la preclusión del sencillo románico. En las Huelgas se patentiza con profusión. Doña Blanca se sabe que encargó traducir el libro hebreo Las Batallas de Dios al médico, clérigo y escritor judeo-converso Abner de Burgos, también conocido por Alfonso de Valladolid.

Los burebanos de Briviesca saben que fue esta Infanta la que ordenó la construcción de la Colegiata de Santa María en esta villa, la que dispuso el traslado de la población desde el cerro de San Juan al llano que actualmente constituye su centro y, sobre todo, la que ordeno redactar y que se otorgara un Fuero a la actual capital de la Bureba del mismo contenido que el Fuero Real concedido a Burgos, creando instituciones como el abogado de oficio y reforzando la protección de la familia.

Gestionó su inmenso patrimonio liquidando las posesiones alcarreñas del Señorío fundado por Alfonso X para su madre, su abuela y ella misma, adquiriendo sin embargo lugares más al norte, próximos a las Huelgas y atrayendo a este recinto a su tía Urraca Alfonso, hija natural también de su abuelo, que detentó contemporáneamente a su vida en Burgos el cargo de Abadesa de las Huelgas entre 1296 y 1326, tras haberlo sido en el Monasterio de Clarisas de Alcocer

Esta Señora  en su tiempo cumplido otorgó un generoso y prolijo testamento favoreciendo tanto a las 
Huelgas como a Briviesca, sin olvidarse de ninguna posible deuda o agradecimiento particulares, como al físico Don Salomón, al que dejó seismil maravedises. En esta su última disposición donó  con humildad su propio cuerpo al Monasterio.


Blanca de Portugal vivió en las Huelgas durante ventiséis años actuando como Señora de esta institución hasta su fallecimiento en 1321 a la edad de sesenta y dos años. De su ajuar funerario hay expuestos, en el actual museo de telas, un trozo de brocado que fue cojín, de fondo verde y decoración en oro con águilas posadas, leones opuestos con la cabeza vuelta, pavones también opuestos y con la cabeza vuelta. Le cruza una faja lisa de oro, y otra ornamentada también en verde y oro. También se muestra  el brocado del forro de su ataúd. Este brocado se integra por una tela fina decorada con aves semejantes a águilas con la cabeza vuelta entre flores, todo en oro y dibujado con perfiles blancos muy finos y es una de las telas más espléndidas de la colección, por su aspecto de masa en oro.